La tele se mete en política
Sigamos con Postman y cómo afecta la llegada de la televisión al discurso político. Pero antes de seguir tengo que recordar una cosa: Postman vivió en el mundo pre-Internet, un mundo en el que la televisión era diferente porque no había sufrido todavía la influencia de la Red.
De todas maneras, en este capítulo no se va a notar, hay cosas que no han cambiado, sobre todo la principal, que ya comentaba en el capítulo anterior: la televisión tiene un gran punto débil, es muy fácil de apagar, o de cambiar de canal, que viene a ser lo mismo. Por eso debe entretener en todo momento, todo debe ser un show. Si a eso se une la voluntad de querer abarcar todos los campos del discurso público, se obtiene espectáculo las 24 horas del día, no importa el tema que sea.
En Estados Unidos, la vanguardia mundial en cuanto a televisión se refiere, ya hace años que se televisan juicios “de interés social”, u otros acontecimientos, en directo. En España se siguió al minuto la huelga encubierta de controladores (uff, eso merece una entrada, ya veremos) porque parecía que había obligación de hacerlo. Y porque era espectacular, claro. La gente perdiendo los nervios da muy bien en cámara. Los aeropuertos colapsados de gente con sus maletas o gritando eran irresistibles. Entre esas imágenes y la repetición machachona de la frase ‘el país paralizado’ se consiguió que la gran mayoría de los españoles, que no cogieron un avión ese día y que, como yo, tuvieron un día absolutamente normal (fueron de compras, cogieron el coche, fueron al cine, otros al hospital, etc) repitieran la consigna como un mantra: el país se había paralizado. Lo único que cambió el día de toda esa gente es que no había otro tema en la tele, así se consiguió el famoso estado de excepción. Gracias a la tele. Así paralizas un país, controlando la tele. Claro que para ello se necesitan unos cuantos medios en la misma dirección, sin fisuras.
Eso es lo que hace bien la tele, crear sensaciones generales aún en contra de tu experiencia personal.