Archivo de la etiqueta: siglo XIX

Gregor MacGregor, cacique de Poyais

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A finales de 1822 un barco de colonos escoceses llega a Poyais, su nueva patria, un paraíso en el Caribe en el que brotaban sin esfuerzo el maíz, el azúcar y el tabaco. Durante la travesía por el Atlántico habían tenido tiempo de leerse el extenso “folleto publicitario” que, encargado por Gregor McGregor, príncipe del nuevo país,  se les daba información detallada sobre su destino. 

Pero al divisar tierra algo no cuadraba, estaba claro que había un error. Aquello no era Saint Joseph, una elegante capital al estilo europeo, sino Black River, una playa caribeña, hermosa pero vacía. Vaya contratiempo. Algunos se quedan en la playa mientras una expedición busca el lugar correcto. Hasta que se dan cuenta de que a quilómetros a la redonda solo había arena, selva, mosquitos y malaria. 

Poyais era un país imaginario salido de la mente de un gran embaucador, su falso cacique, Gregor MacGregor. La estafa había sido de las grandes, aquellos colonos no eran los únicos engañados por MacGregor. 

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El naufragio de la Medusa

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En el Salón de París de 1819, un cuadro de entre todos desata el escándalo y la polémica: “La balsa de la Medusa”. El resultado es el que su autor, Théodore Géricault, había previsto. Tiene 27 años y quiere entrar en el edén de la pintura como un trueno. Con esa idea ha escogido el qué y el cómo de su presentación en la sociedad artística.

El ‘cómo’ convierte la obra en una de las más emblemáticas del Romanticismo en la pintura. No abundaré en ello porque no soy un experto y porque el motivo de este post es el ‘qué’, el tema escogido por Géricault: el naufragio de un barco francés llamado La Medusa. Un hecho real que tiene conmocionado a todo el país en aquellos días.

Un naufragio siempre es una tragedia, pero para lo que se sufrió en aquella balsa a la deriva la palabra se queda corta.

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Charley Parkhurst, una leyenda del Far West

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Charlye Parkhurst se había hecho famoso como conductor de diligencias. Parecía salido de un casting: de baja estatura, gran bebedor de whisky, fumador y masticador de tabaco, que seguro escupía por un colmillo. El cuadro se completaba con un parche negro en un ojo que le había dado uno de sus apodos: Charley “El Tuerto” (One Eyed Charley). 

Conducir una diligencia en el Far West en plena fiebre del oro no era tarea fácil. Era una labor solo al alcance de hombres habilidosos y duros como el pedernal. Charley Parkhurst, un hombre respetado y admirado, tenía fama de ambas cosas.

Y seguramente tenían razón. Pero cuando Charley murió se dieron cuenta de que no era la clase de hombre que ellos pensaron. Les había engañado a todos. 

Charley era una mujer. 

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Elizabeth Siddal ¿heroína o víctima del arte?

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En 1849 Elizabeth Siddal todavía no sabía que iba a pasar a la historia como la Beatriz de Dante o la Ofelia de Shakespeare. No imaginaba que iba a ser una ‘supermodel’ del siglo XIX. Y no solo musa, también artista. Lizzie tenía en ese momento 19 años y trabajaba en una tienda de sombreros, en Londres. Necesitaba el trabajo. Su familia, de presunto origen noble, hacia un tiempo que había cogido el ascensor social hacia abajo a toda pastilla. 

Pero un día entró en la tienda Walter Deverell, un pintor que al instante supo que aquella muchacha era perfecta para el nuevo ideal de belleza que intentaba imponer. Siddel aceptó posar para Deverell y su vida cambió totalmente.

No se si para bien o para mal, eso lo decidirán ustedes si se quedan a leer su historia. 

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Amelia Dyer cuidará de tu bebé

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Amelia Dyer tuvo una idea de negocio y fue a por ella. Dyer era una emprendedora y huía de convencionalismos. Pensó “fuera de la caja” y nada le iba a detener para cumplir su sueño.

Era la segunda mitad del siglo XIX en Inglaterra. En plena época victoriana, el capitalismo iba a toda máquina y la oportunidad estaba ahí para quien no tuviera miedo a cogerla.

Su negocio eran los bebés. Lo que se llamaban baby farms (granjas de bebés).

Y le fue muy bien. Hasta que la ahorcaron.

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