Amelia Dyer tuvo una idea de negocio y fue a por ella. Dyer era una emprendedora y huía de convencionalismos. Pensó “fuera de la caja” y nada le iba a detener para cumplir su sueño.
Era la segunda mitad del siglo XIX en Inglaterra. En plena época victoriana, el capitalismo iba a toda máquina y la oportunidad estaba ahí para quien no tuviera miedo a cogerla.
Su negocio eran los bebés. Lo que se llamaban baby farms (granjas de bebés).
Y le fue muy bien. Hasta que la ahorcaron.