Archivo de la etiqueta: Segunda Guerra Mundial

45.000 locos muertos de hambre

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La hecatombe de los locos (L’hécatombe des fous) es el título de un  documental francés. Dirigido por Elise Rouardrecupera una tragedia olvidada: la muerte, por hambre, de 45.000 enfermos mentales en los hospitales psiquiátricos del régimen de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial. No los alimentaron, los olvidaron. A  45.000 personas, que se dice pronto.

A esos muertos, acabada la guerra, los volvieron a olvidar.

«La hecatombe de los locos” quedó oculta por la alegría de la liberación y el mito de La Résistance. Pero es indudable la dejación de funciones de las autoridades –y quizás de la sociedad– que provocó la indefensión y muerte terrible de estos enfermos.

El debate posterior está en si fue una acción premeditada, un “exterminio suave” (l’extermination douce) o fruto de la incapacidad. O simple indiferencia. O las tres cosas. 

Unos hechos y un debate que conviene tener presentes estos días. 

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Moringen, camino a Auschwitz

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Moringen fue un campo de concentración para jóvenes alemanes durante el régimen nazi. No es muy conocido. En parte porque no fue un campo de exterminio y su grado de brutalidad es incomparable a lugares como Auschwitz o Treblinka. 

De 1940 a 1945 unos 1.500 jóvenes pasaron por allí, de los que se tienen 56 muertes contabilizadas. La mayoría murió por las durísimas condiciones de vida; algunos fusilados. Entre sus internos hubo otros tantos muertos difíciles de cuantificar, por ejemplo los causados por las “marchas de la muerte” al final de la guerra. Poca cosa dentro de la enormidad del Holocausto.

Auschwitz es la culminación del proceso, el ejemplo histórico más brutal del crimen, el asesinato concebido como un procedimiento industrial. La deshumanización absoluta. Pero a Auschwitz no se llega de repente. El camino hacia la terminal del horror se hace mediante estaciones como la de Moringen. 

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Christine Granville, la mejor espía de la 2GM

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Chistine Granville en realidad no se llamaba así, sino Krystyna Skarbek. También se llamó Jacqueline Armand, alias Pauline. Krystyna/Chistine/Jacqueline era polaca y “la espía favorita de Churchill”.  Pero tras la guerra, Gran Bretaña la abandonó.

Entró en la Polonia ocupada esquiando a través de los montes Tatra, los más escarpados de los Cárpatos. Fue capturada por la Gestapo y escapó simulando una enfermedad. En Francia participó en la Operación Dragón y liberó a unos compañeros ingleses a punto de ser fusilados.

Inteligente, aventurera, testaruda y muy valiente, Chistine Granville tuvo una vida de película que terminó mal.

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Viva Naomi Parker / Rosie the Riveter

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Hace unos días murió Naomi Parker. Tenía 96 años. Vivió una vida normal. Las vidas normales, igual que las extraordinarias, están atravesadas por una época de la que no pueden escapar. Naomi tenía 20 años cuando Japón atacó Pearl Harbour y Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial.

Naomi fue una más de las mujeres que se sumaron  al esfuerzo de guerra. Junto a su hermana Ada, se presentó para trabajar en la base naval de Alameda, California. Las contrataron a las dos. Tras la guerra dejó la fábrica –como tantas otras– y trabajó como camarera. Se casó tres veces. No era nadie, una estadounidense más.

Hasta que en 2011, con 90 años, supimos que ella era Rosie the Riveter (Rosie la Remachadora), la mujer que lo puede todo, un icono de nuestros tiempos.

Si quieres saber la historia detrás de Rosie, ahora te la cuento.

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Franz Honiok, la primera víctima

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En 1939 Franciszek –Franz– Honiok tenía 43 años y vivía en Silesia, una región fronteriza entre Alemania y Polonia. El peor lugar en el peor momento.

Franz no era militar ni político sino un campesino de ascendencia polaca que vivía en la Silesia alemana y que había participado en algunos actos en favor de Polonia, lo que le había llevado a probar cómo se las gastaba la Gestapo. No era necesario hacer gran cosa para acabar en el radar de la Gestapo. Honiok no era sino uno más de los miles de presos encarcelados por los nazis por su origen o ideología.

Pero Franz iba a ser recordado años después. Sin comerlo ni beberlo, por un atropello del destino, Franciszek Honiok se iba a convertir en la primera víctima de la Segunda Guerra Mundial.

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