Billy Tipton (1914-1989) era un pianista que se había ganado la vida en la segunda división del jazz. Tuvo su momento en los años 50, pero nunca grabó ningún gran éxito. De hecho se conservan muy pocos discos suyos. Se había pateado el país por pueblos, en pequeñas salas de fiestas, interpretando grandes éxitos de otros.
Ese segundo plano no parecía atormentarle, era la vida que había escogido. Sin hacerse rico no le faltaron fiestas, cinco mujeres y tres niños adoptados. Cuando en los 60 y 70 el pop y el rock hicieron la vida más difícil a los músicos de jazz –salvo para Coltrane, Parker y compañía– Tipton tuvo que dejarlo y dedicarse a la representación de artistas de medio pelo.
La muerte lo encontró con 74 años, viviendo en un parque de caravanas de Spokane (Washington), prácticamente en la indigencia. Un músico anónimo más. Sin embargo, la noticia de su muerte llegó a diarios de todo el mundo, incluida España. El New York Times le dedicó un obituario.
Todos se hicieron eco del irresistible titular del periódico local de Spokane: “Músico de jazz pasó toda la vida escondiendo un fantástico secreto”.