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Tommy Wiseau y la peor película del siglo

Tiempo lectura: 5

 

Títulos de crédito con música e imágenes de San Francisco: un cinco raspado de un trabajo sin ganas de primero de audiovisuales. Pasamos a interior día: un apartamento con una ambientación que recuerda a un videoclip cutre de los 90 o a una peli porno. Vale, suspendidos.

Las actuaciones no son amateurs, son mucho peor que eso. Tras presenciar una inenarrable escena de tres adultos en una guerra de almohadas no aguanto más y doy por bueno el diagnóstico de Internet: efectivamente The Room (2003) es infame y puede ser, fácilmente, “la peor película del siglo XXI”.

Aunque reconozco su capacidad magnética, no soy muy aficionado a los bodrios. Pero sí quedo enganchado con la historia de su creador, El guionista, productor, director y protagonista de la joya: Tommy Wiseau.

Si su película pretende ser un drama, aunque la ejecución la convierte en inclasificable, su vida es claramente un misterio. No se sabe dónde nació,  ni qué edad tiene, ni de dónde diablos sacó 6 millones de dólares para hacer la peor película del siglo y tal vez de la historia, ni por qué nadie paró aquel delirio.

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Slenderman y los hombres del saco

Tiempo lectura: 5

Morgan y Anissa llevaban planeándolo desde hacía tiempo. Supongo que hablaban a menudo del asunto, a solas, dándose el valor necesario y cargándose de razones. Desde que lo pensaron por primera vez en febrero de 2014 habían pasado meses. El primer plan era sorprender a la víctima mientras dormía y una vez amordazada, apuñalarla.

El plan no debió convencerles, o al final tal vez improvisaron. El caso es que el 31 de mayo llevaron a su víctima con algún pretexto (supuestamente jugar al escondite) a una zona boscosa del condado de Waukesha, en Wisconsin. Allí la apuñalaron con saña, 19 veces nada menos. No me puedo imaginar la escena: la sorpresa de la víctima, una niña de 12 años, ante el ataque inesperado e incomprensible, la soledad, la indefensión y los gritos que nadie pudo escuchar en aquel bosque. No murió, las agresoras la dejaron allí tirada y un ciclista la encontró y pudo pedir ayuda a tiempo.

Para proteger su intimidad, la identidad de la víctima se desconoce, Ante hechos como estos siempre la misma pregunta ¿Quién es capaz de hacer algo así a una niña indefensa e inocente? En este caso otras dos niñas de su misma edad: Morgan Geyser y Anissa Weier, detenidas y en espera de juicio, en el que serán consideradas adultas y podrían ser condenadas hasta a 65 años de prisión.

Y la otra gran pregunta, la mas importante ¿Por qué dos niñas de 12 años intentaron matar a puñaladas a otra? En sus propias palabras a la policía: para “impresionar a Slenderman”.

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Hedy Lamarr, el glamour de la inteligencia

Tiempo lectura: 6

Hedy Lamarr actuó en unas 30 películas, junto a estrellas como Clark Gable, Robert Taylor o Spencer Tracy. También compartió reparto con alguna debilidad personal como George Sanders o John Garfield, y fue dirigida por gente como King Vidor, Cecil B. deMille o el gran Jacques Tourneur. Incluso hizo una película con el inclasificable Victor Mature como compañero de reparto, Sansón y Dalila (1949), su obra más famosa.  Pero no dejó de ser una estrella menor en aquellos años 40 que son al cine lo que el Renacimiento a la pintura. Se la nombró “la actriz más bella de la historia del cine”, pero aún no había aparecido Ava Gardner y ya sabemos como se las gastan los publicistas de Hollywood.

Efectivamente fue una actriz muy guapa y con clase en una época en la que mientras Europa se desangraba Hollywood enseñaba al mundo lo que era el glamour, pero no estaba en el olimpo de las estrellas, ocupado por mujeres como Rita Hayworth, Ingrid Bergman,  Lana Turner o Lauren Bacall. Ni siquiera en el mío particular: Gene Tierney o Gloria Grahame, fueron señales del cielo para indicarme que dejaba de ser un niño, relevo que luego tomarían señoras como Elisabeth Taylor o Ava Gardner. Y para actrices de carácter ya estaban Bette Davies o Katharine Hepburn. Hedy Lamarr no había sido para mí más que una sombra fugaz hasta que descubrí su mejor obra, su vida. En 2009 se preparaba un biopic sobre Hedy que parece haberse quedado en el limbo. Venga, anímense, estamos esperando.

Si quieren una película fascinante con desnudos, guerra, espías, sexo, huidas espectaculares, sistemas de guía de misiles, wifi y teléfonos 3G, sigan leyendo. Con ustedes, Hedy Lamarr.

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Carr II, nuestro cerebro es plástico

Tiempo lectura: 3

Un amigo dice a menudo una frase muy aguda: “nos estamos volviendo tontos y nos gusta”. No solo clava la realidad en muchos aspectos sino también la tesis central del libro de Nicholas Carr, Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Tras unas cuantas semanas abandonada, vuelvo a mi sección peñazo, Medioteorías, que, aunque parezca mentira, también tiene sus admiradores, no se crean.

A nuestro cerebro Internet le parece una pastelería abierta las 24 horas y con todas las variedades de golosinas inimaginables y, aparentemente, gratuitas. La recompensa es prácticamente instantánea. ¿Quién, a estas alturas, está dispuesto a leer veinte páginas de buena literatura erótica para llegar poco a poco a la excitación si a golpe de un clic y en diez segundos ya tienes a la chica dispuesta a satisfacer cualquier fantasía que se te ocurra? Si hasta las pelis porno tradicionales  tienen introducciones, con perdón, que se nos antojan largas. ¿O no las tienen ya? Agradeceré la información a cualquiera que quiera ilustrarme, hace tiempo que no piso un videoclub.

Y lo malo, o lo bueno,  es que nuestro cerebro siempre está dispuesto y siempre pide más (ya no hablo de porno, vuelvan).

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Minijobs y bloggers, una historia de amor

Tiempo lectura: 4
“Las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!”
Ramón del Valle-Inclán 

Los minijobs, que ahora son lo más cool porque se lo acaba de copiar de Alemania el Banco Central Europeo (dios lo confunda y haga algo útil para la gente) parece que no son tan nuevos. Al menos la comunidad de escribas de Internet, siempre a la última, les pueden pasar la mano por la cara en ese aspecto. Digo pueden porque me refiero a los bloggers profesionales, y yo no lo soy: están ciegos los cazatalentos. Lo de los minijobs (¿tecnología alemana para curar jamones?) tiene mucha tela que cortar en otras entradas, ahora me interesa hablar de los juntaletras.

Como dirían en Star Trek, Internet es la última frontera porque el negocio del futuro está en crear contenidos para la red.  Hay demanda de contenidos que atraigan a nuevos colonos/consumidores y, entre esa demanda, se encuentran los escritores. Pensé que me moriría sin ver éste momento y hasta me da un escalofrío pelopúntico cuando lo pienso: ¿trabajadores esenciales, con su tarjeta azul y todo?  Imaginen la alegría de éste proletario de las letras ante la puerta del maravilloso parque temático que nos está preparando Merkozy al saber que su trabajo iba a ser valorado, por fin. Atrás quedaban, ceniza y polvo, las palabras del maestro Valle-Inclán.

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Nicholas Carr: ¿Google nos vuelve estúpidos?

Tiempo lectura: 4

Neil Postman vivió en un mundo donde la televisión era la reina indiscutible y entendió que, como el medio es el mensaje, la televisión banalizaba, cuanto menos, el debate público sobre los aspectos importantes. Creo que la tele sigue en la cúspide de la ‘pirámide comunicativa‘, aunque le ha salido un competidor muy duro que más temprano que tarde le va a arrebatar la corona. La gran esperanza blanca: Internet.

Si la tele nos ha hecho  un poco más frívolos e insensible a las cuestiones importantes de nuestra sociedad, según Potsman,  la pregunta ahora es ¿Google nos vuelve estúpidos? La pregunta no es mía, es el inicio de la contraportada del libro de Nicholas CarrSuperficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?» (2010). La continuación lógica a Postman en este análisis de los medios con el que me empeño en aburriros durante semanas. Aunque la mejor opción es que compren el libro y lo lean,  si no tienen tiempo o prefieren una lectura incompleta y fragmentada (dando la razón al autor, por cierto) aquí la tendrán. Pueden memorizar tres frases -de Carr, no mías- y triunfar en alguna fiesta pretenciosa.

El autor no niega los beneficios de Internet, ya lo iremos viendo, pero quiere alertar de esa postura tan preocupante, por lo común, del ‘idiota tecnológico’, que adopta toda nueva tecnología con entusiasmo, sin un ápice de reflexión sobre ella. O la postura contraria, el apocalíptico que intuye el fin de los tiempos en cada nuevo cacharro. La reflexión no implica que nos podamos librar de dicha tecnología y sus efectos, es sólo la voluntad de saber y entender de qué moriremos. Pírrico consuelo, sí, pero qué quieren, esto es solo un blog por el que ni siquiera me pagan, que lo queremos todo.

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