Si una ley es injusta, es lícito no acatarla
Henry David ThoreauMientras más obedecíamos, peor nos trataban
Rosa Parks
Si hablamos de desobediencia civil, de desobedecer leyes injustas, no solemos acordarnos de Claudette Colvin, su nombre no nos dice nada.
En seguida nos vienen a la mente Mandela o las sufragistas inglesas, unas señoras muy desobedientes que consiguieron el voto para la mujer. Y, sobre todo, Rosa Parks, la costurera que en diciembre de 1955 se negó a ceder su asiento en el autobús a un blanco, tal como marcaban las leyes de Alabama. Parks, pasó la noche en el calabozo y pagó una multa de 14 dólares, pero a la vez fue un símbolo para el inicio del movimiento en favor de los derechos civiles y el fin de la segregación racial en Estados Unidos. Eso es lo que consiguió Rosa al no obedecer una ley injusta.
Pero, como sugería al principio, no quiero hablar de Parks, que ya la conocemos. De quien quiero hablar hoy es de Claudette Colvin. La otra.