El 27 de octubre de 1948 es un día de niebla en Donora. O sea, un día normal. La pequeña localidad de Pennsylvania, atravesada por la herradura que forma el río Monongahela, está acostumbrada. Sus 14.000 habitantes viven, directa o indirectamente, de las fábricas metalúrgicas administradas por la United States Steel Company.
El humo de esas fábricas es parte del paisaje. Un peaje a pagar por sus nóminas, como las retenciones fiscales. Pero ese día de octubre se dan cuenta, primero en Donora y más tarde en todo el país, que es un impuesto que no se pueden permitir. Mueren 20 personas en una semana, otras 50 en meses posteriores. Miles sufrieron secuelas para siempre.
Tras la catástrofe de Donora la sociedad estadounidense vio por primera vez cómo la contaminación mata.