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1971, golpe al FBI de Hoover

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William Davidon había marcado la fecha en rojo. Aquel 8 de marzo de 1971, Muhammad Alí y Joe Frazier tenían una cita para pegarse ante más de 20.000 personas. Todo el mundo quería estar aquella noche en el Madison Square Garden de Nueva York o, en su defecto, pegados a la tele para verlo.

Alí y Frazier no solo representaban dos maneras diferentes de boxear, eran dos mundos diferentes. Frazier era discreto y disciplinado, el tipo que nunca se mete en problemas. Alí era puro talento, showman y activista; bailando entre problemas. Aquella pelea, que ganó Frazier a los puntos, ha pasado a la historia como El combate del Siglo.

Pero esta es la historia de cómo, en ese mismo momento, un grupo de activistas dirigido por William Davidon daba un golpe  de izquierda directo a la mandíbula del FBI. En toda la cara de Hoover.

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La rebelión de Charles Deslondes

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A principios del s. XIX, en la “Costa Alemana” de Luisiana, una zona francófona que recibe el nombre de sus primeros colonos, las cosas son como son. Es el orden natural:  las plantaciones de caña de azúcar son el motor económico y los esclavos negros la mano de obra. Algo que un tal Charles Deslondes quiso cambiar.

Se supone que los africanos, tanto hombres como mujeres, estan más capacitados para soportar el calor y que, además, en el fondo son felices, amparados por sus amos. Tienen techo y comida y una vida sana en el campo, podría ser peor. Al menos tienen trabajo (era así, ¿no?).

Pero el 8 de enero de 1811, uno de esos esclavos, un mulato llamado Charles Deslondes, se sube a su caballo e inicia una marcha contra ese orden natural e inmutable. Tal vez sufriera una curiosa enfermedad, tal vez estaba hasta las narices, decidan ustedes.

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La cárcel de Stanford somos todos

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Seguro que no soy nada original –a estas alturas pocas cosas tengo más claras– pero al hilo de los últimos brotes de violencia callejera contra personas, e incluso contenedores, yo no paro de acordarme del experimento del profesor Zimbardo, conocido también como el “experimento de la cárcel de Stanford«.

Zimbardo quiso demostrar, nada menos, que las líneas morales son extremadamente inestables y que es muy fácil moverlas dependiendo de la situación. Y lo hizo con uno de esos atrevidos experimentos que se llevaban en los 60, como el de su colega Milgram, y que ahora están muy demodés, criticados ferozmente por la psicología oficial. Criticados públicamente, que en las cocinas de los ejércitos vaya usted a saber lo que tienen ahora a fuego lento.

El de Phillip Zimbardo tuvo lugar en el verano de 1971 y es muy probable que hayan oído hablar de él o hayan visto una película basada en el mismo.

La película, claro, exagera, pero la verdad es que en aquella falsa cárcel de Stanford al profesor el asunto se le fue un poco de las manos. Previsto para 2 semanas, el experimento tuvo que cancelarse a los seis días.

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Milgram y la obediencia debida

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La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.
Stanley Milgram (Los peligros de la obediencia, 1974)

El antidisturbios que golpea al anciano en youtube es su vecino, coincide con usted en el parque donde los hijos de ambos juegan juntos. El director de la sucursal que le vendió preferentes a unos jubilados analfabetos está a su lado en la barra del bar, tomando lo mismo que usted. El broker experto en evasión a paraísos fiscales se enamoró de la misma mujer que usted, y a él tampoco le hizo ningún caso.

La señora ministra, a la salida de su última reunión con el lobby de armamento, no puede dejar de pensar en esa mancha que le ha salido en el brazo. La jueza toma las mismas pastillas que usted para poder dormir.

Por las calles, las universidades, las plantas nobles de los bancos, los palacios y los estadios de fútbol caminan algunos verdaderos psicópatas. Son muy pocos. Fanáticos hay unos cuantos más, pero siguen siendo minoría.

El resto son personas como usted y como yo: personas normales, mediocres si me permiten, que, en determinadas circunstancias pueden convertirse en torturadores, sobre todo si cumplen órdenes de otros.

En julio de 1961, Stanley Milgram, psicólogo de la Universidad de Yale, realizó un conocido experimento  en el que intentaba medir hasta dónde llega la obediencia a la autoridad cuando se enfrenta a la conciencia personal.

Los resultados sobrecogieron al propio Milgram.

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