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Moringen, camino a Auschwitz

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Moringen fue un campo de concentración para jóvenes alemanes durante el régimen nazi. No es muy conocido. En parte porque no fue un campo de exterminio y su grado de brutalidad es incomparable a lugares como Auschwitz o Treblinka. 

De 1940 a 1945 unos 1.500 jóvenes pasaron por allí, de los que se tienen 56 muertes contabilizadas. La mayoría murió por las durísimas condiciones de vida; algunos fusilados. Entre sus internos hubo otros tantos muertos difíciles de cuantificar, por ejemplo los causados por las “marchas de la muerte” al final de la guerra. Poca cosa dentro de la enormidad del Holocausto.

Auschwitz es la culminación del proceso, el ejemplo histórico más brutal del crimen, el asesinato concebido como un procedimiento industrial. La deshumanización absoluta. Pero a Auschwitz no se llega de repente. El camino hacia la terminal del horror se hace mediante estaciones como la de Moringen. 

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La carretera de los huesos

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Se conoce como “Trassa” (La Ruta), así a secas, porque no necesita otro nombre: es la única carretera que hay en una vasta zona de la Rusia siberiana. Concretamente es el último tramo de 2.032 kilómetros de la M56, también llamada Autopista de Kolymá, aunque lo de autopista es un eufemismo. En realidad es una calzada apenas pavimentada que atraviesa zonas boscosas inhabitadas. Está considerada como una de las carreteras más peligrosas del mundo.

Conecta la ciudad de Magadán con el río Lena a la altura de Yakust  y fue construida por orden de Stalin entre 1932 y 1953, año de su muerte, para transportar el oro de las minas de la zona hasta la costa del Pacífico, frente a la península de Kamchatka.

En invierno el problema es el frío, se llega a 60 bajo cero, aunque la parte buena es que la congelación del suelo la hace más fácilmente transitable, porque en primavera, con el deshielo, el barro derrite la ruta en muchos puntos, haciéndola imposible. La zona es tan inhóspita que los vehículos accidentados allí se quedan, convirtiendo partes de la carretera en un cementerio de automóviles.

Aparte de razones geográficas (la enorme balsa de agua del subsuelo lo hace inestable), la alta siniestralidad en algunos tramos tiene otras dos explicaciones. La primera pretende ser científica: en algunas zonas se podrían producir emanaciones de gases que duermen o atontan a los conductores, lo que provoca los accidentes. La segunda no lo pretende: los accidentes se deben a la gran cantidad de fantasmas que vagan por una carretera maldita.

No seré yo quien se abone a la segunda explicación, pero no faltaría base para considerar maldita una ruta a la que se conoce como La carretera de los huesos porque está pavimentada, literalmente, con los huesos de quienes murieron construyéndola.

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