Morgan y Anissa llevaban planeándolo desde hacía tiempo. Supongo que hablaban a menudo del asunto, a solas, dándose el valor necesario y cargándose de razones. Desde que lo pensaron por primera vez en febrero de 2014 habían pasado meses. El primer plan era sorprender a la víctima mientras dormía y una vez amordazada, apuñalarla.
El plan no debió convencerles, o al final tal vez improvisaron. El caso es que el 31 de mayo llevaron a su víctima con algún pretexto (supuestamente jugar al escondite) a una zona boscosa del condado de Waukesha, en Wisconsin. Allí la apuñalaron con saña, 19 veces nada menos. No me puedo imaginar la escena: la sorpresa de la víctima, una niña de 12 años, ante el ataque inesperado e incomprensible, la soledad, la indefensión y los gritos que nadie pudo escuchar en aquel bosque. No murió, las agresoras la dejaron allí tirada y un ciclista la encontró y pudo pedir ayuda a tiempo.
Para proteger su intimidad, la identidad de la víctima se desconoce, Ante hechos como estos siempre la misma pregunta ¿Quién es capaz de hacer algo así a una niña indefensa e inocente? En este caso otras dos niñas de su misma edad: Morgan Geyser y Anissa Weier, detenidas y en espera de juicio, en el que serán consideradas adultas y podrían ser condenadas hasta a 65 años de prisión.
Y la otra gran pregunta, la mas importante ¿Por qué dos niñas de 12 años intentaron matar a puñaladas a otra? En sus propias palabras a la policía: para “impresionar a Slenderman”.
Algo tiene que hacer el PP, y ha hecho un vídeo. Puestos a hacer algo fresco, hubiera sido más rompedor haberle dado a Fátima Báñez un móvil para que grabara a su aire, o inventarse una historia de metraje encontrado. Yo lo hubiera preferido, aunque reconozco que sus presuntos votantes tal vez no tanto.
De entrada aparece la imagen de una mesa y un rótulo que reza “Madrid, enero de 2015”. No se si para situarnos a nosotros o a ellos mismos. Y desde el comienzo todo tiene un aire un poco irreal, como que hay cosas que no encajan. De entrada abre con un audio de ambiente de bar… en una sala privada con solo cinco personas: Rajoy, Cospedal, Arenas, Floriano y González Pons. ¿De quién son los murmullos? Inquietante.
Como todos sabemos, el inicio marca el acento de la narración, que seguirá en un tono irreal con cosas como “pagando menos intereses se pueden prestar más servicios sociales. Eso los ciudadanos no lo saben y hay que contarlo mucho” o algo confuso de Floriano sobre la piel que es tan lírico que se me escapa. O ese otro momento en el que González Pons busca la empatía ante el sacrificio que supone su labor, llegando al alma del espectador sensible, probablemente en forma de ira.
El vídeo acaba con una voz en off mientras nuestros protagonistas siguen hablando animadamente de sus ideas y proyectos, aunque yo sospecho que al final mueven la boca sin decir nada, como auténticos profesionales.
Paréntesis: queridos expertos en marketing, lo de no saber comunicar y que queda mucho por hacer es como el amén de la misa, una letanía que de tan gastada no significa absolutamente nada. Cierro paréntesis.
Dicho esto, hay que reconocer que el vídeo tiene una factura impecable, lo que, como bien sabe el juez Ruz, en este partido más que raro es casi revolucionario. Muy bien filmado, muy pulcro (muchos vasos y tazas, ni un solo posavasos, ni una sola marca en la mesa) y con una luz impecable. Lo que me recuerda a la cita que se atribuye a Bernard Shaw cuando descubrió los letreros de neón de Broadway: “debe ser precioso si no sabes leer”.
Entonces echas en falta sobre la mesa algunos sobres, algunos fajos de billetes junto a una botella de whisky, un señor con traje y cartuchera sobaquera de pie junto a la puerta. Y te parece que la escena tiene demasiada luz, y te acuerdas de Gordon Willis y Coppola y esa maravilla de penumbras y sombras que retrataron los despachos del poder como nunca se ha hecho. A medida que comienzas a recomponer el original empieza a sonar en tu cabeza Nino Rota y poco a poco las figuras de nuestros próceres se transforman en las de Tom Hagen, Clemenza, Tessio, y los hermanos Sonny y Michael Corleone. Es entonces cuando todo encaja.
Sacar adelante una revista siempre es una tarea complicada. Sobre todo si sus fundadores, en este caso Frederick Roberts y Jack Pearson, son ingenieros sin idea previa de lo que es el periodismo profesional. Desconozco si antes de The Wipers Times habían fantaseado con dedicarse a ello, pero en realidad su incursión en el periodismo fue casual: tropezaron con una imprenta en un local abandonado y tuvieron la idea.
Y más difícil si eso se hace en 1916, en medio de una guerra mundial. Y lo de «en medio» aquí no es un una licencia narrativa.
Ellos mismos lo explican así en el primer editorial:
Habiendo conseguido un equipo de impresión (un poco sucio) a un precio razonable, hemos decidido editar un periódico. (… ) Debemos pedir disculpas a nuestros suscriptores por el retraso en su impresión. Esto se ha debido al hecho de que hemos tenido muchos visitantes no deseados cerca de nuestras imprentas durante los últimos días (…) Cualquier deficiencia en la producción se justifica por la falta de experiencia y el hecho de que piezas de metal de varios tamaños han impactado nuestra prensa.
Esperamos publicar el semanario «Times», pero es posible que nuestro esfuerzo tenga un final prematuro debido a una crítica adversa o a las atenciones de nuestro rival local, los Sres Hun and Co. (…) Aprovechamos esta oportunidad para decir que no aceptamos ninguna responsabilidad por las declaraciones contenidas en nuestros anuncios.
6,7,4,8 (pausa) 6,7,4,8 (pausa) 2,8,7,2 (pausa) 2,8,7,2 …. Eres radioaficionado, has estado buscando en la onda corta y te encuentras esto. El ruido de fondo, la voz mecánica, todo tiene un aire irreal. Una pausa, una música breve, una nueva secuencia de números sin sentido. Y luego nada más. ¿De dónde carajo ha salido eso? Te has topado con una de esas «emisoras de números«.
Acabas de escuchar algo que, oficialmente, no existe.
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“La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”.
1984 (George Orwell)
La gente, ese concepto tan abstracto cuando no incluye a tu hermana, tu cuñado y tus dos sobrinos pequeños, sigue muriendo en Gaza. Muere desde hace muchos años y, aunque no lo parezcan, son siempre los mismos. Bueno, en realidad sí que nos parecen siempre los mismos ¿verdad?
Son morenitos de piel, pero no del mismo moreno que pasea sus rolex por Marbella, Dubai o donde quiera que vayan ahora esos ciudadanos del mundo. A esos, que se juntan con reyes o presidentes de todo pelaje, tanto les da un país o una nación sin estado, su única patria es Suiza. Su moreno no es de playa sino de yate, y la diferencia se nota. A la playa no van, que ahora caen bombas porque la situación es muy compleja. Tanto que a usted, una persona de inteligencia media-alta, le cuesta entender que quien ha matado a esos niños en la playa no ha sido el que ha tirado la bomba. Ni mucho menos. Pero para eso está la prensa, para explicarlo. Y si no lo acabamos de entender, al menos lo sentiremos así: esa es la clave.
Esclavo de la actualidad como bien saben los lectores de este blog, hoy me he impuesto hablar de las elecciones europeas. Apasionante, lo se. Quiero empezar aclarando que el titular no hace referencia a que, viendo las encuestas, voy a hablar de una máquina que cambie a los representantes que el pueblo tiene pensado elegir por otros que se acerquen a la altura del reto que se nos presenta. Lamentablemente no existe tal artilugio mágico.
Pero sí hay otro en marcha que debería acompañar al acta de diputado, dietas, billetes en primera clase, tablet y demás prebendas. Junto a todo eso debería acompañar, como regalo, un pack de esos tan de moda: una invitación a vivir una experiencia.
A primera vista no es decir mucho. El lector avisado estará pensando que la publicidad, como con tantas otras, ha desgastado la palabra experiencia y ahora todo lo es: te compras una plancha (perdón, centro de planchado) para vivir la experiencia de planchar, un sofá para vivir una sit experience o la última marca de kleenex para vivir una experiencia de narices.
No, yo hablo de una de verdad. Habría que invitar a sus señorías a experimentar una sesión (tal vez dos para el señor Cañete) en la máquina para ser otro, un experimento que se está llevando a cabo en Barcelona.