Nuevo mensaje, alto y claro, a los mercados: la Agencia Tributaria desmantela su unidad contra la corrupción en Baleares. Los agentes habían sido claves para sacar a la luz tanto el caso Urdangarín como algunos asuntillos del PP de las islas. Como se ve una vez más, a nuestro gobierno no le tiembla el pulso para sacarnos de la crisis. Si esto no genera confianza en nuestro país la culpa será de esos mercados que, como todas las divinidades, no son nada claros en sus demandas y generan cierta confusión, incluso en sus mas fervorosos creyentes. Antes de criticar la medida reconozcan que no es fácil acertar con dioses tan esquivos.
Históricamente España, salvo raras excepciones, ha tenido gobiernos que se han pasado más tiempo mirando al cielo que a los gobernados. Desde los tiempos del glorioso imperio , aquel en el que sus súbditos salían a matar por el mundo porque aquí se morían de hambre, los gobiernos españoles han tenido a bien ser depositarios de la esencia de la verdadera religión, que diría Alatriste. A cambio de una comisión y, sobre todo, de la satisfacción del deber cumplido, claro. Hay dos cosas que nunca han faltado en una iglesia: la cruz y el cepillo. La verdadera religión no ha cambiado, aunque sí el nombre de la divinidad, ahora son los mercados. El cepillo ha pasado a primer plano.
Pero, como decía al principio, el problema con las divinidades es que no son transparentes. Gustan de los mensajes ambiguos, las paradojas y las contradicciones. Que no es aconsejable jugar al póker con ellos, vamos. El Rajoy candidato, el de la niña de los (sic) chuches, pensó que con sólo sentarse a la mesa le iban a dar fichas; y ahí lo tienen todo el día debajo de la mesa: no es que esté escondido, es que las está buscando. Las fichas, no las chuches.