El 29 de junio de 1985 se celebra el Día del Orgullo Gay en Londres. Tiempos duros, con la amenaza del SIDA marginando aún más a una comunidad que tenía muchas dificultades para mostrar no solo su orgullo sino su simple existencia.
No contaban con muchos apoyos por aquel tiempo, pocos querían ‘contaminarse’ con el estigma social.
Pero ese día la manifestación la encabeza un grupo de mineros galeses, en solidaridad con las demandas del colectivo de gais y lesbianas. Sorprendente. ¿Cómo unos grupos en apariencia tan dispares habían coincidido en una lucha común?
Yo me enteré por una película que recomiendo: Pride (Matthew Warchus, 2014). Una comedia en la que el amor es sustituido por la solidaridad, que es lo mismo pero en grupo. “La ternura de los pueblos”, que diría la poetisa. Una de esas películas que tan bien les salen a los ingleses, comedia con contenido social.
Pride es como el alter ego optimista de Ken Loach. Se eliminan aristas –no todas– y se dulcifica un poco la realidad para hacerla un poco más digerible.
Y además aprendes, como me pasó con Made in Dagenham (2010). Porque Pride recrea una historia real, la del Lesbians and Gays Support the Miners (LGSM). Esta era una organización fundada en Londres por Mark Ashton y Mike Jackson destinada a recaudar dinero para apoyar a los mineros en huelga. El grupo de Londres –sobre el que versa la película– fue el más importante, pero a su estela se crearon otros 10 por todo el país.
Lucha en las minas
Margaret Thatcher, esa heroína del barrio de Salamanca, había llegado al poder en 1979 dispuesta a redistribuir la riqueza. Demasiado repartida para su gusto. El plan era desregularizar los mercados financieros, privatizar los bienes comunes y flexibilizar el mercado laboral. Para ello había que reducir el poder de los sindicatos, lo que era un medio y un fin al mismo tiempo. Sobre todo de la poderosa National Union of Mineworkers, el sindicato minero.
La historia es bien conocida: tras un año de huelga los mineros no pudieron aguantar más, Thatcher ganó, las minas acabaron cerradas y las zonas del país que vivían del carbón se convirtieron en tierra quemada del liberalismo thatcheriano.
Mark Ashton
Lo que yo no conocía es la historia real de la LGSM. Una historia que empieza en el día del Orgullo Gay de 1984. Ese día una serie de activistas deciden mirar más allá de su propias reivindicaciones y recoger dinero para los mineros en lucha.
El actor que interpreta a Mark Ashton, líder del grupo, se pregunta en voz alta: “¿cómo es que últimamente no vemos policías acosando nuestros locales? Porque están peleando con los mineros, intentando reventar la huelga”. Porque, querid_s niñ_s, la represión ni se crea ni se destruye, se transforma. Desde tiempo inmemorial.
Eso lo ve claro Ashton. La lucha de uno de los grupos oprimidos ha de ser la de todos los demás, por encima de posibles dificultades. Y el LSGM las tuvo, muchas. De entrada no servía dar dinero al sindicato de mineros por dos razones: porque los fondos estaban confiscados por la señora Thatcher y por la propia homofobia del sindicato minero.
Para vencer esto, Ashton y su grupo decidieron ir directamente a las comunidades mineras, contactar con esos pequeños pueblos galeses –que recibían menos atención mediática que otras zonas, olvidados entre los olvidados– para ofrecer su ayuda y presentarse tal y como eran.
Dai Donovan
Uno de esos líderes mineros, Dai Donovan, rechaza el prejuicio y acepta la ayuda. Todos están en el mismo barco. El primer choque entre dos mundos tan dispares es inevitable. La homofobia está muy arraigada en esas comunidades mineras. Pueblos pequeños de los que muchos homosexuales han tenido que huir a causa del acoso por su condición sexual.
Pero poco a poco van conociéndose personalmente, y eso siempre es una medicina muy fuerte contra la intolerancia. Ven que comparten una lucha y un enemigo muy poderoso. Thatcher tiene todo el poder, incluido el de la prensa. “Mira lo que dice la prensa de esos pervertidos”, le dice una mujer del pueblo, profundamente religiosa, a uno de los miembros del comité de huelga. “Si es mentira casi todo lo que dicen sobre nosotros, ¿por qué voy a creer lo que dicen sobre esos chicos?”, le responde el minero.
Pits and perverts
La misma prensa al servicio de Thatcher que acusaba de “terroristas” a los mineros acabó por dar un espaldarazo al LSGM de Ashton. The Sun tituló “Los pervertidos apoyan a los mineros”. Viva la prensa libre. Ashton aprovechó el golpe del adversario para dar más fuerza a su respuesta. Se apropió de la frase, que sirvió como eslogan para su campaña: “Pits and perverts”.
Ashton consiguió organizar un concierto de apoyo en el Electric Ballrrom de Camden, con Bronski Beat como grupo estrella. Fue un éxito total, se recaudaron más de 5.000 libras de la época, unos 28.000 euros actuales. Pero se consiguió más que eso, se selló un pacto de solidaridad. Ya nada volvió a ser igual. Dai Donovan habló en aquel concierto y dijo que los mineros no olvidarían la solidaridad mostrada por el LSGM.
Por eso, al año siguiente, derrotados pero orgullosos, mineros galeses encabezan la marcha del Orgullo Gay en Londres. Por eso, ese mismo año de 1985, pese a las reticencias de parte de su ejecutiva, el congreso del Partido Laborista se compromete a llevar en su programa la defensa de los derechos de la comunidad LGTB. La propuesta había sido desestimada en anteriores ocasiones, pero esta vez el apoyo en bloque del sindicato de mineros logró que se aprobara.
Orgullo gay, orgullo de clase
Ese fue el gran triunfo de Mark Ashton. La película pasa de puntillas sobre el hecho, pero Ashton era miembro del partido comunista británico. Orgullo de clase y de orientación sexual. Porque Ashton no es solo gay. Nadie es solo gay ni hetero. Ashton también es, entre otras cosas, clase obrera.
Aunque muchas veces la práctica de los partidos comunistas respecto a lucha de los gais o del feminismo no ha sido ejemplar, a Ashton le definía también su ideología. Él veía las diferentes injusticias como una sola causa. Había que superar las diferencias y remar a la vez. En ese sentido, la película también tiene un momento para contar la lucha feminista. Concretamente la de Siân James, la primera mujer elegida diputada por Swansea Este que llega al parlamento británico.
Dos años después de aquella manifestación del Orgullo, en enero de1987, Ashton moría a causa del SIDA, con solo 27 años. En un impresionante funeral en Lambeth ondearon banderas arcoiris, rojas y pendones sindicales. El activista que luchaba por la unidad de los desheredados conseguía el respeto unánime. Aún hoy día su nombre es honrado en los valles mineros del sur de Gales. Un ejemplo a seguir.
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