Este es un post de urgencia, solo para decirles que si tienen la oportunidad y un estómago resistente para historias jodidas como la vida misma, no se pierdan Making a Murderer.
No es una película, sino una serie documental de 10 capítulos, pero más adictiva que la mayoría de ficciones que he visto últimamente. Un documental sobre la historia de Steven Avery con un mensaje muy potente y contado de tal forma que tienes que seguir viéndolo hasta el final.
No suelo hablar de series en este blog porque a mí me resulta muy difícil hacerlo sin espoilers, supongo que hay que tener un talento especial para ello. Pero Making a murderer es de esas series de las que necesitas hablar recién las acabas, una historia que tienes contarle a todo el mundo, aunque solo sea para desprenderte de esa malla pegajosa de desazón que deja en tu visión del mundo civilizado. Y por lo que veo no soy el único, tras su estreno en Netflix habla de ella hasta el presidente Obama.
El documental elaborado durante unos diez años por dos estudiantes de la Universidad de Columbia, Moira Demos y Laura Ricciardi, ha colocado a Manitowoc, un pequeño pueblo de Wisconsin, en el mapa mundial. Y no precisamente para bien.
No se van a encontrar con imágenes desagradables, nada de casquería, aunque algunos relatos sí son terroríficos. No se trata de eso, se trata del aire perturbador que flota por los diez capítulos. Violación, asesinato, entrevistas a los protagonistas, conversaciones telefónicas, informativos de la época, grabaciones de juicios, siniestros interrogatorios policiales y, sobre todo, un puñetazo al sistema policial y judicial de la primera democracia del mundo. O sea, de todas las democracias.
Cuenta la historia Steven Avery, un joven acusado de violación que pasa 18 años en la cárcel hasta que las pruebas de ADN demuestran lo que él siempre sostuvo desde el principio, que era inocente. La familia Avery es uno de esos clanes familiares de la América profunda que conocemos de las películas. Se dedican a la chatarra, a la compra/venta de piezas de coches usados. De clase baja y poca formación, viven en su mundo sin mezclarse con la comunidad. Alguien menciona que no suelen ir a la iglesia. Sin delitos importantes, pero sospechosos habituales de la policía local, ya saben. Eso, unido a una rivalidad familiar y un escaso entusiasmo por el trabajo bien hecho llevan a la policía de Manitowoc a endosar una violación a Steven, víctima propiciatoria. Nadie iba a mover un dedo por él, caso resuelto y dos pájaros de un tiro.
Le ofrecen declararse culpable para rebajar su pena, pero él se niega. Y aguanta 18 años de cárcel, hasta que se prueba su inocencia. No había sido un simple fallo o desidia, había razones poderosas para plantear mala fe en la actuación de policías y jueces. Y Avery da un paso arriesgado: en vez de dejarlo estar decide denunciar a la policía de Manitowoc por arruinarle la vida.
A los pocos días de eso, una joven fotógrafa, Teresa Halbach, desaparece tras una cita con Avery. Y hasta aquí puedo leer. Todo esto, creo recordar, en el primer capítulo. Y la cosa sigue in crescendo, no les digo más.
La serie muestra como es el Poder, por muy democrático que sea, cuando se desata sobre un individuo sin recursos que además se permite el lujo de retarlo, invocando sus derechos constitucionales. No se trata tanto de saber si Avery es culpable o inocente, sino de mostrar los atajos y la distorsión de la ley que policías y jueces cuestionables, en un sistema que no funciona como debería, son capaces de perpetrar para que no se cuestione su trabajo. Unos por soberbia, otros para salvar su sueldo o la imagen en su comunidad, otros porque están convencidos y deciden que el fin justifica los medios. Y, por encima de todo, ningún control; nadie que vigile al vigilante. O, en todo caso, un vigilante que mira hacia otro lado cuando no le gusta lo que ve. Para qué complicarse si se puede hacer fácil ¿verdad?
Si has visto también The Jinx – el también muy recomendable documental en episodios de la HBO– no puedes evitar comparar el trato que da la justicia al chatarrero Avery con el que recibe Robert Durst, miembro de una familia de magnates de la construcción. No es China, ni Irán ni Arabia Saudí. Es Estados Unidos, probablemente el sistema judicial más garantista y sofisticado del mundo.
Making a murderer no es una película de Spielberg. No ganan los buenos, no triunfa la decencia y el ‘verdadero espíritu americano’. No te reconforta, te deja ese regusto agrio al presenciar como la maquinaria del poder es capaz de tragar lo que encuentra a su paso, adoptando la forma que haga falta para que la rueda siga girando.
Buenas!
Hacía tiempo que no comentaba por aquí, porque tampoco leía demasiado. Me he animado a dejar una aportación, porque me he sentido identificado al hablar de los «spoilers», yo creo que si tengo un don natural para usarlos a destajo en mi vida diaria.
La verdad es que de por sí sorprende al final, que una serie basada en un caso como el que comentas, se haya acabado emitiendo. Sólo por eso, está bien divulgar este tipo de contenido.
Yo la anotaré en mi infinita lista de cosas que debería ver, junto a La gran evasión.
Un cordial salido
Gracias por leer y comentar SoldieRyan. Odio los spoilers. A veces son inevitables pero es robarle la ‘experiencia’ a los espectadores y joder a quienes se han trabajado un guión para conseguir ese efecto. La discreción es una gran virtud infravalorada en estos días.
En una historia como ésta, llena de giros, me parece aún peor.
Y venga, que ‘La gran evasión’ es muy larga para la moda de la época pero una peli ‘normal’ para lo que se lleva ahora. Y te lo pasarás de cojones.
El que se esfuerza, ama y defiende la VERDAD suele ser apaleado ¡hasta por el aire! Sí, nadie me ha ayudado jamás a no ser apaleado, ¡ya asco da el asco de que eso sea así!! Defendiendo una evidencia o una razón incontrovertible, demasiadas veces me he quedado absolutamente solo, solo y nada más que solo, solo ante el peligro o ante tanta jauría de apaleos (así como Galileo), ¡y así es!, ¡nadie me ha ayudado infinitamente a nada!
En fin, la sociedad siempre es presa de una ignorancia de fondo (y repugnante) que promueven los mismos sabihondos por todos sitios (que ayudan a lo que se lleva sin más o no molesta a tantos corruptos poderes o ayudan a lo que es rentable hipócritamente, ¡NUNCA A LA VERDAD!) LO QUE ME AVALA: http://concursosypremiosjoserepisomoyano.blogspot.com/ José Repiso Moyano
Si tú eres bueno,
entonces siempre tú sin excusas
vas día a día haciendo famosa a la verdad, a la no corrupción y al que lo demuestra todo a razón, sin engaños o nunca demostrando con alguna sinrazón o estupidez.
Si tú eres bueno,
entonces por seguro nunca permitirás que las injusticias ganen, que los “porque síes” ganen, que las mentiras ganen, que las frivolidades a los derechos humanos o a la libertad de expresión ganen. Por eso serás muy requete-responsable para no ayudar a tantos mentirosos-desinformados-pedantes y siempre intentarás (sabiendo valorar las informaciones y todo) que no te engañen, ¡que no te engañen pudiéndolo tú perfectamente evitarlo!
ÉTICA existe solo una, la racional. Razón existe solo una, la que cumple reglas simétricas a las que tiene la realidad (de causa-efecto,de semejanza, de no contradicción, etc). Bien existe solo uno (el que no ampara la mentira o el daño al entorno). Así es. Y si esto no se aclara, pues se perjudicarán a los bienes y a las libertades que hay.
Y SOBRE EL RESPETO ÉSE QUE TANTO SE HABLA:
El RESPETO solo existe si no se contraviene a una esencia, y solo hay tres: ÉTICA, RAZÓN y NATURALEZA.
Tú nunca respetas (aunque digas que sí las veces que quieras) si NO CUMPLES con la ética o con la razón o con la Naturaleza. ¡Exactísimo!, no respetas si engañas al mismo tiempo, si contaminas al mismo tiempo, si te saltas las reglas cívicas o de conducción de tu coche, si das las espaldas a deberes éticos, si no ayudas a lo que ya ayuda per se al Bien, si demandas frivolidad ética o telebasura, etc.
En precisión, el RESPETO implica siempre un JUEGO LIMPIO: no engañar, no esquivar por nada a la razón (o al que la da demostrada) y un no aventajarte tú silenciando a los demás sus espacios de demostración racional. Por lo cual, el respeto NO SUELE EXISTIR precisamente en ésos que hablan de respeto obsesivamente, ¡nunca! (pues lo usan para engañar o para priorizar cosas no esenciales en un antirrespeto total). José Repiso Moyano