En el año 1900, Paul Julius Moebius publicó en Leipzig el ensayo “Sobre la inferioridad mental de la mujer”. La intención del médico y psiquiatra alemán, famoso en su tiempo, era aconsejar a sus colegas para que trataran a sus pacientes femeninas de manera diferente a los hombres, ya que, según él, cometían el error de concebir los cuerpos de las mujeres como iguales a los de los hombres salvo en sus órganos sexuales.
Moebius tenía claro que eso no era así: la mujer no era igual al hombre, era físicamente diferente. Y mentalmente inferior. Esta inferioridad no es patológica, sino natural. La Naturaleza (no hay referencias a dios, es un científico) ha adaptado el cuerpo femenino a su rol de parir y cuidar a los hijos, y en esa adaptación va incluida la inferioridad mental. Si entiendo bien al doctor, la inteligencia de una mujer adulta sería la misma que la de un negro, y se encontrarían ambas entre la de un varón blanco (en la parte superior, aclaro) y un niño; no se especifica, pero entiendo que el niño en cuestión también sería blanco. No he encontrado ninguna tabla, así que desconozco qué inteligencia presume Moebius a una niña negra.
Julius no solo tocó lo fisiológico, también era psicólogo así que profundizó en ese ámbito. La mujer es más instintiva, más ’animal’ y menos dotada para el pensamiento conceptual y asociativo. Son egoístas (aclara el doctor que eso es bueno), no entienden el sentido de la justicia, son vanidosas y dadas a las murmuraciones. Pueden ser buenas intérpretes pero nunca creadoras. También son proclives a mentir. Esto último tiene su explicación (¿qué creían?). Como están marcadas por su rol sexual -que es el de ser deseadas, no desear- ocultan su deseo, con lo que mentir se convierte en algo natural en ellas.
Tras concluir con éxito su primer cometido, “ser deseadas”, llega su razón de ser: procrear y cuidar a la prole. Y para eso es mejor no ser demasiado inteligente ni estudiosa. De hecho, según el doctor, eso es contraproducente para sus funciones maternales. Y por eso la sabia naturaleza las ha hecho más tontas, si se me permite con la palabra rebajar el rigor científico del señor Moebius. De esa inferioridad se deduce, yendo al fondo de todo esto, que le conviene estar sujeta a la autoridad del varón.
Para su ensayo Moebius toma de diferentes teorías y disciplinas. Hay cierto aroma a darwinismo, aunque el propio doctor abominara de las teorías del naturalista inglés. También bebió de Freud, del economista Adam Smith y su “egoismo positivo” y de la frenología de su tiempo, según la cual, la forma del cráneo establecía el carácter de la persona. Coge cada uno de esos ingredientes adaptándolos a su manera para que encajen en su preconcebida visión del mundo. Y lo hace para darle más credibilidad a su trabajo, usando argumentos de autoridad, aunque deformados, para darle empaque científico.
Porque todo esto que acaban de leer fue publicado como un ensayo científico por un reputado doctor. En Alemania, en 1900; no hace tanto ¿verdad?
Da que pensar, y en múltiples direcciones.
Un comentario sobre “Las mujeres del doctor Moebius”