En los años 80 se reconoció por primera vez el síndrome de muerte nocturna inesperada, también llamado síndrome desconocido de muerte súbita. No me negarán que las palabras muerte, nocturna e inesperada juntas forman un cóctel inquietante. Si sumamos súbita y desconocido la cosa se pone aún peor. Y si incorporamos a los Hmong, la cosa, además, se pone exótica.
No hay mayor indefensión que estar dormido, tanto en su sentido metafórico como en el estricto, al que se refiere el síndrome.
La enfermedad fue reconocida por primera vez en Estados Unidos a finales de los 70 y suponía la muerte súbita e inesperada de hombres jóvenes y adultos en pleno sueño por causas inexplicables.
El origen de su descubrimiento está ligado a un posible problema cardíaco hereditario, a la creencia en malignos seres sobrenaturales y a una etnia determinada, los hmong, protagonistas de esta historia.
Las alarmas médicas saltan en el servicio de salud norteamericano a principios de los 80. Al cruzar los datos estadísticos de defunciones (algo que se hace para descubrir patrones de posibles pandemias) se detecta que hay una tasa de muertes inexplicables concentradas en un grupo muy particular. Las víctimas son varones adultos de entre 25 y 55 años de edad, todos pertenecientes a la etnia hmong.
¿Quiénes son los hmong?
Los hmong son un grupo étnico que se reparte entre las regiones montañosas de China, Vietnam, Laos y Camboya. Algunos de ellos acabaron en los Estados Unidos a raíz de la Guerra de Vietnam.
Agentes de la CIA se infiltraron en comunidades hmong de Laos y reclutaron a miles de ellos para llevar a acabo operaciones encubiertas. Los estadounidenses formaron así un “ejército secreto” de unos 10.000 hombres contra sus enemigos comunistas de Vietnam.
Pero la guerra acabó como acabó, con aquellas imágenes de americanos saliendo a toda pastilla por las azoteas de Saigón y dejando en tierra a un montón de aliados en su lucha contra el vietcong y el ejército de Vietnam del Norte.
Entre aquellos abandonados estaban los hmong, acogidos por los vencedores: su destino fue la muerte rápida o la lenta en campos de reeducación. Pero unos 40.000 consiguieron pasar de Laos a Tailandia y de allí a otros lugares.
La mayoría acabó en Estados Unidos, que a finales de 1975 les concedió el estatus de refugiados políticos. Una vez allí se desperdigaron por todo el país, aunque la mitad se estableció en California.
Por eso es en Estados Unidos, a finales de los 70, cuando se detecta tan extraña dolencia, que afecta a más de 100 personas que solo tenían en común el sexo, más o menos la edad, y su procedencia. Entre 1981 y 1982 las defunciones entre los hmong alcanzaron el índice equivalente a las 5 primeras causas de muerte natural entre hombres en los Estados Unidos.
Un patrón en todas las muertes
La primera fase fue, obviamente, de desconcierto: simplemente se dormían y no despertaban. Se desconocía la causa, ya que eran personas aparentemente sanas.
Con el tiempo se detectaron cinco rasgos claros que se daban en todos los casos: 1) sensación de pánico extremo; 2) parálisis parcial o completa del cuerpo, lo que se conoce como parálisis del sueño; 3) una fuerte presión en el pecho; 4) la sensación de que un ser extraño –animal, persona o espíritu– está en la habitación; y 5) algún tipo de perturbación sensorial que afecta a la vista o al oído.
Pero eso eran síntomas y sensaciones de los pacientes, el origen ya era harina de otro costal. Se especuló con algunas causas más o menos racionales y fundadas.
Una teoría apuntaba a algún tipo de deficiencia hereditaria en los tejidos que conducen los impulsos eléctricos al corazón, lo que les provocaba arritmias. Otras teorías apuntaban a la ingesta de venenos en los campos de concentración o a la exposición de agentes químicos durante la guerra de Vietnam.
¿Les mataron sus demonios?
Otras explicaciones apuntaban a componentes ligados al sistema de creencias de los hmong, una vía que no se desdeñó en absoluto. Incluso se incorporaron chamanes hmong en algunos hospitales para confortar a los enfermos, ya que si las causas psicológicas no eran las causantes, parecía que, como mínimo, agravaban la dolencia.
Esa vía creía que lo que estaba matando a los hmong eran sus demonios, sus propias creencias. En el terreno de la antropología hubo investigadores que llegaron a hablar de “suicidio inconsciente”.
Algunos familiares relataron que en los días previos a su muerte el fallecido experimentaba sueños terroríficos ligados a mitos de su cultura: espíritus malignos con formas de animales o seres extraños que se acercaban a su cama para asfixiarlos. Seres que ellos conocen como los tsog.
Un misterio y varias explicaciones
Lo curioso, o no, es que algunas de las víctimas se habían integrado de tal manera en la sociedad estadounidense que habían abandonado su religión y se habían hecho cristianos. Aún así, los tsog no se paraban en esas distinciones: el grupo de cristianos seguía padeciendo esos terrores y estaba tan afectado como los no convertidos.
Cuando las investigaciones salieron a la luz pública se empezaron a recoger casos en otros lugares, como Filipinas o Japón, con demonios de distintos nombres. La diferencia es que mientras en otros colectivos provocaban un terrible despertar y algún caso aislado de infarto, entre los hmong las cifras de fallecimientos eran desproporcionadas.
La interpretación de la medicina occidental es que los demonios de los sueños no matan a nadie, en todo caso funcionarían como premoniciones. Más que la causa, esos tsog funcionarían como advertencias de que algo va mal en el cuerpo o la mente del que sueña, que interpreta ese síntoma según sus mitos culturales.
La respuesta sobre lo que mata a los hmong en sus sueños es todavía libre ya que, como dictaminó en 1988 el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta “aunque los estudios han sugerido que una anomalía estructural en el sistema de conducción cardíaco y el estrés podrían ser factores de riesgo, la causa de las muertes permanece desconocida”.
Posts relacionados:
- 10000
- 10000
- 10000
- 10000
Una historia interesante. Podríamos pensar que algunos prejuicios o creencias sólo quedan en un plano intrínseco y subjetivo. Pero hay que tener en cuenta que el ser humano tiene un espíritu y este es inherente al ser orgánico. Por lo tanto hay una interacción y dependencia que influye en un desenlace bueno o malo.
Muchas gracias Raúl por el comentario. En el post se menciona que esos sueños podrían ser una especia de aviso del cerebro de que algo no funciona bien, y ese aviso se adecúa a la cultura y creencias de cada persona. No se nada sobre el tema, pero es una explicación que encuentro lógica.
Sobre el poder del espíritu/mente en los procesos fisiológicos tampoco voy a entrar porque también desconozco ese tema, en el que he visto estudios y opiniones para todos los gustos.