Te levantas de la cama cada mañana con una emisora de música clásica que te procura un despertar suave, y alguna mañanas recuerdas aquellos tiempos en los que eras capaz de quedarte dormido como un bebé mientras tu walkman vibraba con La Polla Records o Rosendo.
Si el día es señalado y no tienes un sueño ligero toda ayuda es poca, así que también programas el despertador de tu teléfono móvil. Puede sonar cada diez minutos, para ir convenciéndote, poco a poco, del significado de la palabra obligaciones, que a esa hora está tan borroso como el resto de lo que hay más allá del borde de la cama. El aparato es capaz de programarse para horas distintas y con melodías diferentes según el día de la semana. Es muy cómodo, simplemente programas y te dejas llevar.
Es el mismo aparato por el que al llegar al trabajo recibes un mensaje de una amiga de Twitter que a muchos kilómetros de distancia se ha acordado de ti y te manda una historia que puede interesarte: la de los Knocker-up, los despertadores humanos.
La Revolución Industrial cambió la vida de la gente, que dejó el campo para irse a trabajar a las fábricas. Eso provocó, entre otras muchas cosas, un cambio trascendental: nos pusimos de espaldas al sol para poder mirar atentamente el reloj, que se apoderó de nuestras vidas. Nos cambiaron los tiempos.
Pero como todo instrumento importante, en un principio el reloj-despertador no estaba al alcance de cualquiera. Los obreros de las fábricas tenían turnos diferentes con horarios distintos y debían acudir puntualmente al trabajo. Algunos incluso fabricarían despertadores, pero la mayoría no podía comprarse uno. Otros no tendrían ni para un reloj.
A falta de despertador, buena es una vara
Por eso, durante el siglo XIX en Inglaterra e Irlanda, en ciudades industriales como Manchester, Liverpool o Londres, apareció un trabajo acorde con los tiempos: los Knocker-up o Knocker-upper, personas que a cambio de un pequeño sueldo semanal se dedicaban a despertar a los trabajadores para que no llegaran tarde a la fábrica.
En algunos casos era la propia empresa la que los contrataba, en otros eran acuerdos individuales. Iban equipados con bastones para tocar a tu puerta, o varas largas para llegar al segundo piso, donde estaban los dormitorios de las pequeñas casas de ladrillo de sus clientes. A veces los encargados de apagar el alumbrado público sacaban un pluriempleo y con la misma vara con la que apagaban el gas de la farola despertaban a sus clientes por un módico precio.
También algunos policías se sacaban un sobresueldo ejerciendo de ‘despertadores’. Ya que tenemos que estar en vela cuando todos duermen, aprovechemos el tiempo y podremos comprarnos un par de botas nuevas.
En otros casos, las despertadoras iban armadas con cerbatanas por la que lanzaban proyectiles a tu ventana. Pero con un mensaje poco romántico: despierta de tus sueños de una vida mejor, que el capataz espera con el despido entre los dientes.
Jubilación y Knocker-up
Los despertadores humanos eran mujeres y hombres, en su mayoría de avanzada edad, que ya no servían para el trabajo en la cadena de montaje o el taller e intentaban ganarse la vida como podían en un sistema sin ninguna protección social; casi como ahora, vamos, solo que sin un coach que encima te llame a reinventarte y salir de tu zona de confort.
Estos despertadores humanos tenían un punto maternal, no paraban hasta que no se aseguraban de que te habías levantado de la cama. Aunque no creo que sus obligaciones llegaran hasta comprobar que salías por la puerta con el tiempo suficiente y el bocata con un plátano en la cartera, que madre no hay más que una.
Además, podrían entretenerse con algún cliente recalcitrante solo hasta cierto punto ya que imagino que debía haber una hora punta en los cambios de turno, con lo que los buenos señores y señoras deberían ir con la agenda muy apretada. A su edad, con el dolor de años concentrado en los huesos, en el invierno cortante del norte, no creo que estuvieran para muchas ternuras.
Al final gana la máquina
A partir de los años 20 del siglo XX el despertador se generalizó y el trabajo de Knocker-up dejó de tener sentido, una muesca más a favor de la máquina. La misma revolución industrial que crea el oficio lo elimina sin compasión, a veces de un plumazo.
Se fueron los afiladores, los herreros, los lecheros en la puerta de casa y casi todos los pastores de los campos. Desaparecieron los serenos, las telefonistas y el señor que venía a cobrar lo de los muertos. Y probablemente desaparezcan los agentes de viajes, los impresores (qué desgracia), las cajeras del supermercado y seguro que un día también los Community Manager y los programadores de aplicaciones para móviles.
No quiero parecer demasiado nostálgico, la desaparición de un oficio no tiene que ser mala noticia. En este blog se ha escrito sobre verdugos, empleo que tristemente perdura. La permanencia no es ni buena ni mala: ahí siguen los malos políticos, desde el principio de los tiempos; pero también los buenos, que los hay; y los músicos, los cómicos y los poetas. Porque todo pasa y lo nuestro es pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.
Os adrezco el compartir con todos nosotros toda esta practica información. Con estos granitos de arena hacemos màs grande la montaña Internet. Enhorabuena por este blog.
Saludos
proyecto arquitectura albacete http://www.arquestil.es/proyectos
Muchas gracias. Y sí, esa era una de las motivaciones. Sin querer parecer pretencioso, era una manera de devolver a Internet una minúscula parte de lo que recibo.
Y, sobre todo, de que la gente lo encuentre interesante, se divierta o descubra alguna historia que le inspire.
Me ha encantado el artículo. Enternecedor, entretenido, y muy bien escrito, aunque no me entero de quién es el autor. Me lo he pasado estupendamente.
Muchas gracias Liliana, me alegro de que te lo hayas pasado bien leyéndolo, que es el primer objetivo de este blog. Luego ya si se aprenden cosas y se reflexiona también está muy bien. Pero lo primero es lo primero 🙂
Y el autor soy yo, Miguel. Encantado.
¡Ups! ¡No he puesto mi web!
Ok, ahí la veo.
Hay en este blog algunos casos relacionados con experimentos psicológicos. Están documentados, como todos, pero desde la total ausencia de estudios sobre psicologia por mi parte. No me regañes, porfa.