Indefensión Aprendida, seligman

Aprender a defenderse

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En 1975 a Martin Seligman se le ocurrió dar una serie de descargas eléctricas a unos perros para ver cómo reaccionaban. No era un psicópata con mucho tiempo libre, sino un  psicólogo realizando un experimento serio. Claro que eso se lo deberíamos contar a los perros. El resultado fue la Teoría de la Indefensión Aprendida (learned helplessness) y su relación con la depresión. 

El experimento consistía en colocar a unos perros en unos habitáculos donde se les propinaban descargas eléctricas, sin ningún tipo de patrón o justificación. Al primero se le daba la oportunidad de parar la descarga impulsando con su hocico una palanca, al segundo no se le daba ninguna posibilidad de detenerla. Después se les pasaba a otros habitáculos, donde se les volvía a infringir descargas eléctricas. La diferencia es que de estas podrían librarse fácilmente, solo tenían que saltar una pequeña valla para salir de allí. El primero de los perros lo hacía a la primera, sin problemas. El segundo no se movía, simplemente soportaba la descarga resignado. Había aprendido a estar indefenso y se resignaba a su suerte.

Esta indefensión aprendida por el perro, Seligman la extrapola a los humanos que sufren depresión clínica. Así se explica un estado de pasividad en el que el individuo tiene la sensación subjetiva de que no puede hacer nada para cambiar su situación. Los sicólogos sociales la han utilizado para explicar determinados comportamientos pasivos ante injusticias o crímenes, citándose, por ejemplo, para comprender el comportamiento resignado de la mayoría de las víctimas del Holocausto.

Pero la palabra clave del párrafo anterior es «subjetiva». La sensación de que no hay remedio no es real, pero provoca una parálisis que funciona a la manera de una profecía autocumplida. Tanto a nivel personal como social. Hablar del plano personal, desde el ámbito laboral a la tragedia de la violencia doméstica, daría para un largo post. Pero de lo que quiero hoy hablar es del plano social, de cómo los creadores del electroshock y el mantra la única política posible, sensata y cabal”, intentan mantener a la gente pasiva sobre la verja electrificada.

La indefensión aprendida se da, principalmente, por un sentimiento de poco control sobre nuestras vidas y nuestro entorno. También podríamos llamarla “fatalismo”. No gobernamos nuestro destino y así delegamos en nuestros líderes esa labor, a cambio de fidelidad. Una fidelidad que nos lleva a asumir el castigo como menores de edad, para que nos sigan protegiendo. Culpar a las propias víctimas es un recurso usado con éxito por muchos gobernantes a lo largo de la historia. Todos habrán escuchado el hit “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, algo por demás imposible por definición. Se sentencia un pecado y se asume el castigo como algo justo, así el sistema queda a salvo de cualquier responsabilidad. Como en un cuento de hadas, la culpa es de la bruja malvada que ha hechizado al príncipe, hay que salvarlo o sustituirlo por uno nuevo para que todo siga igual. El statu quo (con perdón) no se cuestiona, te casas con él y esquilmas la población de perdices autóctona.

Otro argumento de peso que explica, desde la psicología social, el apoyo a regímenes corruptos e injustos es lo que llaman “la inescapabilidad del sistema”. Cuando somos parte de un sistema del que no podemos salir tendemos a adaptarnos e incluso buscamos argumentos para defenderlo. El grado de justificación depende de lo atrapados que nos sintamos en dicho sistema. Así veremos más claramente las injusticias que se cometen en otro país, o en otra empresa y tenderemos a justificar similares comportamientos si sentimos que no podemos emigrar o cambiar de empleo. Somos los mismos que sacrificábamos a hombres y niños para que los dioses aplacaran su furia y proveyeran buenas cosechas. La diferencia es que ahora los sacerdotes no usan entrañas de animales sino hojas de excel para sus previsiones, con similares porcentajes de éxito, por otra parte.

Otro de los factores que se consideran favorecedores de la inacción política es lo que se ha llamado “presentismo”, que son las orejeras que nos ponemos para ver solo el presente. Es algo además potenciado por los medios de comunicación, que tienen que captar nuestra atención en cada momento, con lo que los 5 minutos pasados son historia antigua que no interesa a nadie. Tendemos a vivir la situación política de la misma manera, sin mirar al pasado ni planificar un futuro diferente. En un mundo en el que los anuncios plantean un problema y su solución en 20 segundos solo existe la recompensa inmediata, el presente; y es imposible pensar solo en presente.

Las encuestas nos dicen que el PPSOE continúa en caída libre, pero aún así siguen siendo los partidos más votados. ¿Cómo se entiende? Podría haber varias explicaciones, además de las anteriores. No hay que menospreciar el formidable poder que todavía tiene el régimen, con potentes altavoces que se enfrentan a masas de ciudadanos totalmente libres para hacer lo que les dicen los altavoces que hagan. Como decía siempre el maestro Sampedro, el miedo es el impulso más poderoso y todavía tenemos más miedo que vergüenza, que dice mi padre, que no es Sampedro pero tiene sus momentos. El miedo nos lleva a culpar al de al lado con tal de que el de arriba nos siga protegiendo, o al menos no nos castigue. Si además el de al lado protesta, perturbando la paz y poniendo en riesgo nuestra tranquilidad, ya tenemos un culpable identificado. No conviene perturbar a los dioses, haremos lo que nuestros sacerdotes nos digan. Porque “hay que hacer lo que hay que hacer”, lo “sensato”, lo que dicta “el sentido común” para tranquilizar a los guardianes de nuestra seguridad.

Otras canciones

Al final casi siempre tiene razón Sampedro, el miedo. Me recuerda aquella canción: “Estamos prisioneros carcelero, yo de estos torpes barrotes, tú del miedo”.

Pero a pesar de todo esto hay personas que se rebelan, no quieren seguir aguantando las descargas. Unos protestan en las calles, otros crean sus propias redes y modos de vida de espaldas al sistema. Hay gente que intenta combatir el discurso de los sacerdotes: un hilo musical vacío de contenido pensado para que compremos su moto sin darnos ni cuenta.  Por eso algunos usamos la nueva tecnología para llevar nuestros mp3 y escuchar otras voces, que digan cosas distintas, que muchas veces son las de siempre que habíamos olvidado. Nos intercambiamos canciones P2P y no escuchamos su música hueca, que no es clásica sino viejuna. Aprendemos a defendernos.

El discurso empieza a cambiar porque el mundo de estos sacerdotes se acaba. Nadie sabe cuál será el destino, pero confío que no sea una jaula electrificada diferente. Porque a pesar de todo lo dicho en este post, hoy me siento optimista. Será por la canción, que me hace pensar en el mundo del hijo del carcelero.

 

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