Su fuerza era un don. Pero nació judío en el peor lugar y en el peor momento para serlo. Su corpulencia y su carácter peleón le ayudaron a sobrevivir a puñetazos en Auschwitz. Con solo 15 años, “El Animal Judío de Jaworzno” servía de macabra diversión a los SS que organizaban algo parecido a combates de boxeo. Fueron 76 combates esquivando la muerte. Setenta y seis.
Hertzko Haft nació fuerte, muy fuerte. Cuenta en su biografía que a su madre se le cayó del vientre mientras lavaba. Él aterrizó de cabeza en el suelo. Tal vez sea leyenda, pero en el caso de que fuera cierto la vida fue sincera con Hertzko desde el principio.
Su fuerza era un don. Pero nació judío en el peor lugar y en el peor momento para serlo. Su corpulencia y su carácter peleón le ayudaron a sobrevivir a puñetazos en Auschwitz. Con solo 15 años, “El Animal Judío de Jaworzno” servía de macabra diversión a los SS que organizaban algo parecido a combates de boxeo. Fueron 76 combates esquivando la muerte. Setenta y seis.
Esa extraordinaria fortaleza, física y mental, que le sirvió para esquivar a la muerte en aquel agujero negro no le alcanzó años después ante Rocky Marciano. El campeón italoamericano lo noqueó, cerrándole cualquier futuro en el boxeo.
La historia de Hertzko “Harry” Haft es la de un hombre roto intentando sobrevivir a puñetazo limpio.
Se la cuento como a mi me la han contado. La vida de Hertzko “Harry” Haft la conocemos a partir de la biografía que escribió su propio hijo, Alan Scott Haft, en 2006. En 2014, el dibujante alemán Reinhard Kleist publicó una novela gráfica que pone en imágenes dicha biografía. De ahí sale la mayor parte de este post.
Hertzko Haft nace en abril de 1925 en Belchatow, Polonia, en el seno de una humilde familia judía. Es el menor de 8 hermanos. Sus padres tienen un puesto de frutas y verduras en el mercado. Con solo tres años, Herztko pierde a su padre, se lo lleva el tifus. Desde ese momento pasa a depender del hermano mayor, Aria, que lo trata con bastante brutalidad. Como para que vaya aprendiendo.
Hertzko es fuerte, pendenciero desde niño, y no le gusta la escuela. A los 5 años empieza a trabajar para la familia, llevando gansos al matadero. Cuenta que nunca pensó en el destino de aquellos gansos, sino en el pan caliente que comería a cambio.
Invasión de Polonia y Auschwitz
Si las cosas ya no eran fáciles para los Haft, la historia de Europa les tenía reservada una nueva vuelta de tuerca. En septiembre de 1939, los alemanes invaden Polonia. Pronto llegan a Belchatow.
Hertzko tiene 14 años y ya demuestra un carácter indómito. Bajo el mando de su hermano Aria se dedica al contrabando. Su pueblo queda cerca de la nueva frontera, la que separa la zona ocupada del Gobierno General. En uno de esos pasos es herido por la bala de un soldado alemán. La parte buena de la historia es que escapa y conoce a Leah Pablinsky, la hija de un socio de su hermano. Pronto se enamoran –sí, 14 años– y trazan planes para casarse y largarse juntos de allí. Leah será el amor de su vida; de la vida que quiso tener y no alcanzó.
La guerra, y más siendo judío en esa guerra, es mal momento para hacer planes. A Hertzko lo detienen los alemanes y lo meten en un autobús, rumbo al campo de trabajo de Poznan. Allí se entera de que ya apenas le queda familia en Belchatow ni en ningún sitio. Con su hermano Peretz se reencontraría más adelante, pero su madre y hermanas morirían en Treblinka y Aria a tiros con los nazis. Sabe que Leah huyó, pero desconoce el paradero.
En Poznan solo dura un mes. Nuevo tren, una semana en un vagón atestado, sin agua ni comida, apestando a heces. Raus! Raus! Unos a derecha, otros a izquierda (a los de la izquierda nunca más se les vio); bienvenido a Strzelin, ‘invitado’ a trabajar en las canteras.
Aquello le pareció al joven Hertzko Haft el peor lugar del mundo. Se equivocaba. Nuevo tren, más gritos, nueva selección: con 15 años llega a Auschwitz y se convierte en el preso nº 144738.
Hertzko Haft, la bestia de Jaworzno
Allí pronto hace buena relación con un SS, un tal Schneider, que lo destina a Canadá. Símbolo de abundancia el país americano, así llaman en el campo al barracón donde se guardaban todas las pertenencias de valor que robaban a los reclusos, para su posterior clasificación. Buen destino no exento de un precio: robar joyas para Schneider.
Nuevo golpe, le pillan robando. Schneider logra salvarlo de la muerte reubicándolo en la mina de carbón de Jaworzno, un campo satélite de Auschwitz. Le procura una trabajo no demasiado pesado y hace posible su reencuentro con Peretz.
No se si para Schneider es algo así como un amigo o una especie de mascota. El caso es que el alemán le propone boxear. Ha visto que Hertzko es fuerte, agresivo y no le tiene miedo a nada. Le enseña unos movimientos básicos y lo convierte en “El Animal Judío de Jaworzno”. Apodo que retrata, sobre todo, a quienes se lo pusieron.
Los domingos los SS se divertían como solían hacerlo los SS: montando un espectáculo de crueldad revestido de combates de boxeo con apuestas. Tenían lugar frente las casetas de los oficiales y los boxeadores eran presos escogidos.
Los púgiles pelean descalzos y sin guantes y el combate se acaba cuando uno de los dos no puede seguir. El destino del perdedor ya lo imaginan. Aquellos hombres se jugaban la vida a puñetazos.
76 combates por KO
Herztko Haft tenía un trabajo y raciones de comida relativamente decentes, al menos mejores que el resto, con lo que sus posibilidades eran mayores. También las posibilidades de que Schneider ganara un dinero con las apuestas. Además, Haft se enfrentaba por lo general a adversarios famélicos, muy castigados por las condiciones terribles que padecían.
En una ocasión, a los guardas les pareció interesante enfrentar al animal judío de Jaworzno contra un púgil profesional, campeón de los pesos pesados en Francia en 1934. Habían dispuesto una banda de música para la ocasión. Asaltos de 3 minutos hasta que uno de los dos no se levante.
Haft sufre al enfrentarse por primera vez a alguien que boxea mejor que él. En el quinto apenas puede ver por la sangre que emana de su ceja. Pero el polaco es duro, sufre y aguanta. Se lo está jugando todo. Un KO es el final de verdad. En el séptimo Haft consigue derribar al francés, del que nunca más supo.
Hertzko ganó todos los combates y siguió vivo. Setenta y seis peleas por KO, 76 personas enviadas a la muerte mientras los SS, casi siempre borrachos, celebraban sus victorias. Él nunca se sintió victorioso pues conocía el destino que se cerraba ante los derrotados. Aunque tampoco le daba muchas vueltas. Como con aquellos gansos de su infancia, estaba demasiado ocupado sobreviviendo a una pelea más.
Marcha de la muerte
En enero de 1945 los rusos se acercan a Auschwitz. Miles de prisioneros son asesinados, otros son evacuados, en retirada hacia Alemania. Se calcula que serán unos 60.000 desde Auschwitz y el resto de sus campos satélites.
Caminatas interminables bajo el frío. Los guardias de la SS disparan a quienes se retrasan o no pueden continuar. Por algo se les llamó “las marchas de la muerte”.
Herztko Haft y su hermano Peretz inician juntos la marcha. Peretz se queda en la fila, él decide escaparse con otro preso. Su compañero de fuga es alcanzado por los soldados que les persiguen. Él se esconde bajo su cadáver, haciéndose el muerto. Lo alemanes tienen prisa por huir de los soviéticos y no comprueban.
Después de cuatro años es libre por primera vez. Una libertad que significa estar solo y perdido en un bosque alemán, sin comida ni agua. Según lo que le cuenta a su hijo en la biografía, Herztko deambula durante unos días hasta que divisa a un oficial alemán bañándose en un río, totalmente solo. Lo mata y le quita su arma y su uniforme.
Sigue su camino, ahora como hombre de la SS. Tras pasar por varios pueblos encuentra una granja habitada por dos ancianos que le ofrecen techo y comida. Pero su uniforme no puede tapar su mal alemán con acento polaco. Nota sus sospechas, teme que lo delaten y los mata a los dos. Uno piensa que podía haber seguido huyendo sin más, pero en su biografía Hertzko Haft no explica más detalles.
Hertzko Haft y su trofeo de Apolo
Su huida termina cuando se encuentra de nuevo con Peretz y con el ejército estadounidense, que lo lleva hasta Straubing. Allí le asignan una casa y una labor: buscar chicas para organizar fiestas en su casa. Estaba prohibido que los soldados americanos confraternizaran con las mujeres alemanas, así que esa era la manera de hacerlo de forma más discreta.
Su contacto con los soldados americanos lo ha colocado en una buena situación, que aprovecha para hacer un viaje hasta su pueblo. La visita le confirma que los judíos no son bien recibidos tras la liberación y que el resto de su familia ha muerto. El paradero de Leah no lo sabe nadie.
Nada le retiene allí así que vuelve con los americanos y se dedica a vender cigarrillos y otros productos de contrabando en el mercado negro. Está vistoq ue no tiene un don para el trapicheo. Lo pillan. Siempre lo pillan a Herztko. Tiene que huir y compra a otro judío una nueva a identidad: Moses Priedler.
Dura muy poco como Moses. En enero de 1946 se entera de que el ejército estadounidense organiza un campeonato de boxeo para judíos en Munich. Allí se va y se inscribe con su verdadero nombre: Herztko Haft. No quiere esconderse, prefiere gritarle al mundo que aquel chaval polaco, “el animal judío de Jaworzno” lo consiguió. Sobrevivió. Venció a sus verdugos.
Gana el campeonato. El general Lucius Clay le entrega el trofeo, una estatuilla de Apolo. Su posesión más preciada.
América vs Harry Haft
Con 22 años Hertztko Haft ha vivido varias vidas más de las que una persona normal puede asimilar. Decide emigrar a América e iniciar una nueva. Nada que ver con lo pasado, por supuesto, pero tampoco fácil.
Desembarca en los Estados Unidos con su trofeo bajo el brazo y poco más. En Nueva York le espera su tío Samuel, que lo acoge en su casa de New Jersey. Llega sin saber nada de inglés –nunca lo habló bien– y sin saber leer ni escribir en ningún idioma. Con estas posibilidades se aferra de nuevo al boxeo para sobrevivir. Sus cualidades han llegado a oídos de Frank “Blinky” Palermo, un mafioso de poca monta que se dedica a “sus labores”: llevar a boxeadores y amañar combates.
Su tío Samuel conoce el percal y no lo quiere en su casa. Hertzko tiene que dejar la casa de su tío, mudándose a hoteluchos y pensiones. Se convierte en Harry Herschell Haft: 24 años, 1,75 cm, 77 kilos, boxeador profesional.
Harry Haft pega duro y es muy buen fajador. Pero es lento, no tiene defensa y su técnica es nula. Hay que enseñarle casi desde el principio. El 22 de septiembre de 1948 tiene su primer combate, en Queens, contra un tipo que le saca 12 kilos. Gana Harry.
Luego vienen nuevos combates en los que tiene que esquivar a su oponente y a las imágenes de las peleas en Auschwitz que asaltan su mente. El nuevo boxeador judío goza de cierta fama local, ha ganado sus 10 primeros combates. Pero no es tan bueno y la cosa se va nivelando a una marca más discreta: 13 victorias por 7 derrotas.
Rocky Marciano
Llega su gran día. Harry consigue una pelea con Rocky Marciano, que todavía no se ha convertido en una de las grandes figuras de la historia del boxeo. Aunque apunta maneras: había ganado todos sus combates, la mayoría por KO. Sin duda, el oponente más temible que nunca había tenido Harry.
Para Haft era la oportunidad su vida. Su cálculos: la victoria me hará escalar en la profesión y eso me hará famoso; Leah –recuerden, el amor de adolescencia– me verá y nos reencontraremos.
Con todo eso en mente llega Harry al Rhode Island Auditorium de Providence el 18 de julio de 1949. En el pabellón, 1.600 espectadores esperan el combate Marciano vs Haft, el plato fuerte de la velada. Son las 10 de la noche y suena la campana. La diferencia entre ambos púgiles es notable. En el tercer asalto, lo que se veía venir: un gancho de izquierda en el estómago seguido de la legendaria derecha de Marciano acaba con Haft en la lona.
Según cuenta Harry, una hora antes del combate recibió amenazas de la mafia para que se dejara ganar. Nadie cree que Marciano necesitara de dicha ayuda para tumbar a Haft.
Amargura, violencia y malos tratos
En aquella lona cayó Harry, su carrera en el boxeo y su sueño de encontrar a Leah. Con 25 años inicia una nueva vida, una más. En noviembre de 1949 se casa con Miriam Wofsoniker, su vecina de enfrente. Con Miriam tiene tres hijos –Alan, Helene y Marty– y abre una verdulería en Brooklyn.
En 1963 consigue, por fin, reencontrase con Leah. Está casada y tiene una hija. Monta unas inexplicables vacaciones a Florida y junto a su hijo mayor, Alan, van a visitarla a su casa. Es una mujer demacrada, con un cáncer muy avanzado. A la salida, entre cabreado y triste, Harry le cuenta a un hijo adolescente –que no entiende nada de aquella excursión furtiva– que algún día le explicará su historia.
Algo que anhela Alan, que cuando madura quiere entender el carácter cruel, inestable y violento de un padre maltratador.
Hertzko nunca pudo escapar de aquellos brutales combates organizados por los SS para distraer su tedio. ¿Quién hubiera podido? Algo se quebró allí sin remedio. Una parte del “animal judío de Jaworzno” y de sus 76 rivales se quedó para siempre con Hertzko Haft.
Solo descansó el 3 de noviembre de 2007, cuando muere en Florida con 79 años. En abril de ese mismo año había sido incluido en el “National Jewish Sports Hall of Fame” de Nueva York.
*Todas las ilustraciones corresponden al cómic mencionado: El Boxeador, de Reinhard Kleist. Por supuesto, lo recomiendo.
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