“Escribo en estas páginas para hacer público que he expropiado 492.000 euros a 39 entidades bancarias a través de 68 operaciones de crédito. Incluyendo los intereses de demora, la cifra actual de la deuda es de más de 500.000 euros que no pagaré”.
Así empieza, en catalán, la carta que Enric Durán publicó en la revista Crisi el 17 de septiembre de 2008. Dos días antes había quebrado Lehman Brothers y 12 días después tiene lugar el llamado “lunes negro”, en el que la Bolsa de Nueva York experimenta la mayor caída de su historia en un solo día. Ya es oficial, el experimento del mercado financiero autorregulado se convierte en una pesadilla interminable para los de siempre.
Durán califica su acto como “una acción individual de insumisión a la banca” con el objetivo de denunciar al sistema bancario y la cultura del consumo a crédito, y a la vez destinar el dinero expropiado a iniciativas sociales para crear riqueza al margen del sistema.
Tras una huida a Brasil y Venezuela regresa, ya que su intención siempre fue difundir su acción y que sirviera de ejemplo y reflexión pública. El 17 de marzo, seis meses después de su confesión pública, ofrece una rueda de prensa para presentar una nueva revista Podem!, pagada, como Crisi, con el dinero expropiado. Aquella misma tarde le detienen e ingresa en prisión, en la que pasa 65 días hasta que se le concede la libertad bajo fianza. El próximo martes, 12 de febrero de 2013, va a empezar su juicio, en el que el fiscal pide 8 años de cárcel. Un caso que con un jurado popular sospecho que le saldría a devolver a Durán, aunque también sospecho que no va a tener tanta suerte como Camps.
¿Cómo lo hizo?
Desde mediados de los ochenta los indicadores económicos oficiales muestran que la desigualdad entre ricos y pobres no ha dejado de crecer, aumentada en estos últimos años por políticas que combaten el fuego con gasolina. Ante ese trasvase creciente de dinero de los pobres a los ricos, Durán pensó darle, por una vez, la vuelta a la tortilla: iba a robar a los bancos para dar el dinero a proyectos al margen del sistema. En la mejor tradición anarquista pero sin violencia, usando sus mismas armas: papel y bolígrafo.
El procedimiento fue ir pidiendo pequeños créditos a los bancos para reformar su piso o comprar un coche. También creó una empresa para justificar algunas inversiones. Con una nómina y una profesión inventadas, cual consejero de gran empresa, convencía a los bancos de su solvencia. Durán hacía circular el dinero de cuentas de empresas a personales en concepto de nóminas, así luego podía presentar los extractos bancarios adecuados para lograr los créditos. Y donde no llegaba esto, “con una impresora, fotocopiadora, tijeras y celo ¡se hacen maravillas!”, según sus propias palabras.
Pero como pasa casi siempre en las estafas, el factor determinante es la avaricia del estafado. Lo más importante para el éxito del plan era confiar en que los bancos siguieran con su alegre política de promover el endeudamiento, que es uno de los puntales de su negocio. Que fluya el dinero, que engendra más dinero, ya nos lo devolverán con intereses por la cuenta que les trae. Viven en gran parte de los créditos y las hipotecas, así han creado montañas de dinero ficticio que son los pies de mierda sobre los que se sustenta el gigante en cuyo vientre habitamos.
Según el propio Durán, de los 492.000, tras pagar comisiones y otros gastos, quedaron 360.000, en los que desconozco si entraban los 8.000 que se adjudicó para su huida al extranjero. Ese dinero se ha utilizado en dar publicidad a su acción y en otros proyectos alternativos de los que no quiere dar detalles para no causar problemas a sus destinatarios. Aunque sí se ha sabido que una de las iniciativas es la Cooperativa Integral Catalana.
No se el grado de conocimiento de los medios que tenía Durán cuando estaba llevando a cabo su plan. Seguramente no se hacía muchas ilusiones sobre la repercusión en los medios, propiedad de esos bancos a los que su estafa había dejado en entredicho. La prueba es que parte del dinero la dedicó a crear una revista para difundir los hechos.
Lo que tal vez no pudo imaginar es que, llegado su juicio, le hicieran la competencia en diarios y televisiones tantos compañeros ilustres, escogidos entre los más granado de la sociedad: empresarios, banqueros, políticos y miembros de la realeza. Por eso me temo que el martes su acción quede, en el mejor de los casos, en un recuadro perdido en alguna página par y en rincones clandestinos como éste. Y es que, Enric, al final tu no eres más que un estafador aficionado, un recién llegado en un país cuyas clases dirigentes llevan en el negocio toda la vida. Esto no es un país, es un casino, y en el casino ya sabemos quien gana. Suerte.
Un comentario sobre “Enric Durán, el Robin Bank de Vilanova”