Esta semana ha muerto Elisabeth Taylor y con ella la última de las grandes estrellas de aquel Hollywood que sigue en el mismo sitio pero que ya no tiene mucho que ver con el que pisaron Taylor, Ava Gardner, Kim Novak, Rita Hayworth, Marilyn, Audrey Hepburn, y otras que ahora no tengo paciencia de enumerar. Tal vez sea igual desde dentro pero definitivamente no desde fuera. Ahora hay actrices guapas y talentosas pero no es lo mismo. Hay menos misterio y menos glamour y aunque sigan siendo inalcanzables nos quieren dar la sensación de que no lo son. Probablemente era más accesible Ava Gardner de lo que pueda ser Scarlett Johansson, por ejemplo, pero la sensación es la contraria. Otros tiempos, otro marketing.
Pero vayamos a Elisabeth, una de las primeras mujeres que miré como tal. Uno de mis primeros mitos eróticos que tenía la virtud de gustar también, aunque de otra manera, a nuestras madres. Todavía recuerdo a la Mari, la mujer que tenía una pequeña papelería justo debajo de mi ventana. La de veces que escuché la historia de su encuentro en una playa de la Costa Brava con Elisabeth Taylor y de que en persona era casi más bella que en el cine.
Sobre su biografía (múltiples maridos y agitada vida sexual, adicción al bourbon y a las pastillas, enfermedades y accidentes) no voy a explicar mucho ya que está todo por internet a golpe de clic y yo no voy a aportar nada nuevo. Solo quiero añadirme a la legión silenciosa de los que creemos que era tan guapa que no le hacía falta ser buena actriz, aunque lo fuera.
El icono que nos queda es una cara hermosa con unos brillantes ojos violetas que ocultaban el Sol. Pero cuando el director de turno baja la cámara, nos deja ver una mujer bajita, sí, pero con unas curvas peligrosas. De una sensualidad casi más mediterránea que británica. Tal vez por eso le quedaban tan bien los papeles de mujer sureña y pasional en las adaptaciones de obras de Tenneesse Williams.
Me da igual que se haya muerto, yo siempre la veré en La gata sobre el tejado de zinc (1958), de Richard Brooks. Coincidía con Paul Newman, los dos en el esplendor de su belleza. Creo que una imagen de ambos en esa película se podría enviar al espacio para engañar a posibles civilizaciones sobre cómo es la raza humana. Cuando vi esa película, muy jovencito, me enamoré para siempre y a la vez me hice un lío tremendo ya que no entendía nada. Ella se pasaba la película más quemada que la moto de un hippie persiguiendo a Paul Newman, que no hacía más que darle largas con confusas excusas. Pero ¿qué hace ese tío? Pensé que me equivocaba en algo, que me faltaba algún tipo de clave porque no me entraba en la cabeza. Más tarde me explicaron la obra original y las aficiones del personaje de Newman. Un alivio, porque yo sufrí mucho por ella viéndola atrapada allí, en aquella habitación tan caliente, sin parar de sudar. Nunca una cama omnipresente en primer plano ha estado tan lejos.
Aunque la película que tal vez le define mejor es Cleopatra (1963), la reina más sensual de la historia. Una película excesiva hasta para los cánones de Hollywood, que ya es decir. Un rodaje de tres años, con enfermedades, escándalos (lío adúltero aireado por los paparazzi entre Taylor y Burton), desastres naturales que arruinaron los fastuosos decorados, cambios de director, etc. Todo en contra para que el presupuesto se disparara y estuviera a punto de arruinar a la Fox. Una película que supuso el fin de una era. Como lo es esta semana en cierta forma.
Para ganar un óscar tuvo que romper la maldición de las actrices guapas de la única forma que funciona en Hollywood: afearse. Primero lo ganó por Una mujer marcada (1960) y luego consiguió el segundo (gorda, descuidada y ojerosa) por ¿Quién teme a Virginia Wolf? (1966).
Puede que ella lo necesitase, sus admiradores seguimos pensando que ni maldita la falta que le hacía tener un óscar o ser alabada en Cahiers du Cinema.
Hojeando la prensa que traía la noticia me he encontrado con dos perlas que quiero compartir.
La primera es una definición que hizo de ella Brooks, su director en ‘la gata’.
“Primero es una belleza; luego una combinación de niña y prostituta; tercero, quiere amar apasionadamente y ser amada; y, finalmente, oculta algo”.
La segunda es una frase atribuida a ella misma, digna del mismísimo Oscar Wilde o de Groucho Marx, que desde ahora hago también mía:
“No me fío de las personas sin vicios, tienen muchas virtudes molestas”.
Que descanse en paz y que nunca se cierren sus ojos violeta.
Guapa hasta decir basta. Ocho matrimonios y siete maridos creo que tubo. Bastardos.
La recuerdo especialmente en la gata sobre el tejado de cinc. En aquellos años me fascinaba Paul Newman (y sigo fascinada) pero la Taylor me hechizó y casi estaba más pendiente de sus gestos y sus miradas que de la sonrisa del actor más guapo, atractivo y perfecto del mundo.
Mi madre, a la que siempre le ha gustado mucho el cine, decía que como actriz no daba la talla (tenía la manía de compararla con Bette Davis ó Joan Fontaine) pero ¿a quién le importaba eso cuando te atrapaba con sus ojos violeta?
No tuve la suerte de que la Mari , la papelera, compartiera conmigo su encuentro con la actriz. La historia más glamurosa de la que me hizo partícipe, mientras me ponía hasta el culo de nubes sentada entre las revistas, fue la de un encuentro «tórrido» en Bocaccio con el actor Jaime Blanch….pero esa es otra historia….
Cuenta, cuenta!
Caray Encarna…me has hecho recordar que mi padre se jacta de haber tenido un romande con……tachán! Silvia Tortosa. Ojo, que siempre he admirado sus pezones, que dios me perdone. Digo los de silvia Tortosa, no los de mi padre. Mi padre los tiene cercados de pelos y caidos, nada que ver. Joder, ahora que caigo, admiro mucho a mi madre.
Pues yo lo siento mucho pero ni mis padres ni nadie que conozca ha tenido líos ficticios o reales con famosos. Que lástima. Muy mal mi padre, se podría haber inventado que se lió una vez con Jeanette (a mi me ponía), que soso.
Os agradezco mucho los comentarios pero uno intenta cierto nivel con la Taylor y vosotros que si Silvia Tortosa y Jaime Blanch, ya os vale. Por eso me he puesto enplan Jeanette, la rebelde.
Miguel, sí que sabes de alguien que se haya liado con un famoso. Bueno, hasta con dos. Pistas: verano azul y El héroe de las mansardas de mansard… pues eso
Liverpuliano, tienes toda la razón. Mi memoria es corta para esas cosas, lo que es un fastidio, con lo divertidas que son.
Pero facilita la discreción, lo uno por lo otro.