El psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera tenía un sueño, y persiguió ese sueño sin importar los obstáculos. Se mostró proactivo, dio su mejor versión, en la confianza de que todo al final saldría bien si perseveraba y se alejaba de los cenizos que pensaban que no lo conseguiría. El sueño de Vallejo-Nájera era descubrir el gen rojo.
No lo consiguió, pero dejó un ejemplo.
“La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos (…) La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que ocurre con los regímenes aristocráticos, donde sólo triunfan socialmente los mejores”.
«Recuérdese para comprender la activísima participación del sexo femenino en la revolución marxista su característica debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad”.
Eminente psiquiatra
En contra de lo que pudiera parecer, los comentarios anteriores no están sacados de forocoches. Son citas de Antonio Vallejo-Nájera (1889-1960), director de los Servicios Psiquiátricos del Ejército Nacional. También coronel, primer catedrático numerario de Psiquiatría de la universidad española y máxima autoridad nacional en ese campo durante los primeros años del franquismo. Por si fuera poco, en 1951 fue elegido miembro de la Real Academia Nacional de Medicina. Una eminencia.
O sea, uno de los pollos que cortaba el bacalao teórico durante la Guerra Civil y los primeros pasos de la dictadura de Franco. Un intelectual de aquellos años de plomo derretido que todavía se nos pegan a la suelas de las zapatos a poco que no miremos por dónde andamos.
Hace tiempo que su obra fue convenientemente olvidada. Pero para eso está este rinconcito, para hacer justicia a una mente que dejó su impronta en los casinos de pueblo de toda España a la hora del dominó con carajillo de anís.
Porque, cumplido un nuevo aniversario del golpe de Estado contra la Segunda República Española, muchos altavoces siguen suavizando aristas y soslayando todo aquello que no interesa recordar. Aunque el mensaje de fondo parece que se está intentando recuperar por algunos nostálgicos.
En el caso del ilustre psiquiatra, el propio régimen franquista echó toda la tierra que pudo cuando se vio obligado a salir a un mundo que había derrotado al nazismo. Igual que se ignoró Sofindus y aquellos años en los que en pleno Paseo de la Castellana el III Reich abrió un parque temático.
Erasmus en Alemania
Pero eso es otro tema, volvamos al doctor y su gen rojo. Antonio Vallejo-Nájera se licencia en medicina en 1909, con estudios de psiquiatría en el manicomio de Valladolid. Ingresa en el ejército y vive la Primera Guerra Mundial desde la embajada española en Berlín.
Allí empieza a interesarse por las modernas teorías psiquiátricas y eugenésicas. Ya saben, aquello de limpiar, fijar y dar esplendor a la raza humana eliminando a los débiles. Sepan que no únicamente los nazis se interesaron por la idea, solo que ellos se aplicaron a la misma con ese entusiasmo que les caracterizaba.
Vallejo-Nájera se volvió a España y, agudeza científica, en seguida comprobó que aquí apenas había judíos. Pero sí un montón de población enrojecida clamando por la libertad, igualdad y fraternidad, la reforma agraria y la nacionalización de los medios de producción, entre otras cosas.
Descubre el gen rojo
Era gente diversa siempre dispuesta a cultivar sus diferencias para seguir peleando entre ellos mientras los de Vallejo van gobernando. A veces a muerte. Desde el lado de Vallejo, mucho más práctico, se englobaba a todos en un unitario los rojos.
O como él cariñosamente les describía en Psicopatología de la guerra española (1939): «esa multitud de seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad e iniciativa, que contribuyen a formar parte de la masa gregaria de las gentes anónimas”.
A falta de aspectos raciales, Herr Doktor descubrió la inferioridad mental de los rojos (anarquistas, marxistas, trotskistas, socialdemócratas y hasta algún liberal despistado) y se propuso hacer avanzar la psiquiatría de golpe. Él iba a encontrar el gen rojo, causante de todo aquel desorden psicológico. Así podría regenerar racialmente España, volviendo a aquella idílica era del imperio en la que los autobuses siempre llegaban a su hora y el wifi era gratis.
Hombre brillante y muy trabajador, se puso manos a la obra y consiguió que Franco creara un Gabinete de Investigaciones Psicológicas (1938) en busca del dichoso gen. La ventaja era que el material de estudio les salía por la orejas: los presos republicanos de los campos de concentración.
Primero prueba en Burgos
De todos ellos escogió especialmente a unos 300 brigadistas internacionales encarcelados en Burgos. Lo primero que le dejó de pasta de boniato era cómo naciones tan avanzadas como Gran Bretaña o Estados Unidos podían engendrar seres tan orgullosos de sus ideas antifascistas. Tanto, que habían viajado a una guerra lejana y perdida en defensa de la República. Pero eso quizás se explicaba por su falta de religiosidad y el gusto por las mujeres, el vino y la fiesta.
Porque Vallejo encuentra un sorprendente elemento en común en todos esos jóvenes soldados: el gusto por el sexo. O «libertinaje sexual» en sus propias palabras. Quizás ahí se escondía ese escurridizo gen rojo. De entre todos sus “pacientes” destaca a los marxistas norteamericanos, más calientes que el asfalto de Georgia, así como a los británicos. Quién lo hubiera dicho de los británicos. Y, para colmo, ninguno de esos grupos se siente frustrado sexualmente.
Un sindiós al que Vallejo-Nájera, mitad monje mitad soldado, se enfrenta con una ingeniosa terapia de choque: desfiles, cánticos franquistas y un cursillo religioso de seis semanas.
La terapia, inexplicablemente, fracasa.
Y luego en Málaga…
Pero Vallejo no solo busca el maldito gen rojo entre los soldados extranjeros, también le interesan las mujeres republicanas, levantiscas ellas. La opinión de Vallejo sobre las mujeres… En fin, ya la han leído al principio: entre débiles mentales y seres infantilizados y primarios.
“A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”.
Un grupo de unas 50 presas del penal de Málaga tuvo el honor de ser objeto de estudio. Las más recalcitrantes son “libertarias congénitas, revolucionarias natas, que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas constitucionales desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja masculina”.
Para colmo, coinciden con sus colegas internacionalistas en que “en las revueltas políticas tienen la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes”. Un poco obsesionado Herr Doktor con el temita, me parece.
Estas mujeres suponen, por tanto, un vector de propagación del gen/virus marxista. La conclusión lógica para preservar “nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra raza de las extrañas” y conseguir españoles pata negra era apartar a los niños de estas malas madres.
El legado
Las ideas de Vallejo y su tono científico son tal disparate que hoy día solo nos pueden llevar a la risa. De ahí el tono de este post. Pero soy consciente de que tot plegat no tiene ni puta gracia.
Sus teorías sobre el gen rojo en las mujeres suponían la coartada científica para el robo de los hijos a sus madres con el fin de ponerlos a salvo en familias de orden. Previo pago, claro, que no eran comunistas. Sobre la tragedia de los niños robados del franquismo sigue pesando el aroma agrio y espeso de una victoria de 40 años. Aunque poco a poco va saliendo a la luz (excelente documental).
Hoy día la obra de Vallejo está más enterrada que su autor, pero que su comicidad no nos lleve a engaño. Quedan rastros en eso que se llama ‘franquismo sociológico’. Ese tumor incrustado en la masa cerebral de algunos individuos que afecta a su capacidad para interpretar la realidad y a sus aptitudes para el razonamiento lógico. Y parece que no tiene arreglo. Igual es un gen negro.
Me ha encantado.
Muchas gracias David. Anima mucho saber que alguien los lee, si además gustan, ya ni te cuento :))
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Comparteixo! Xxtu corrector…
Moltes gràcies !!
Excelente, descubrí el blog hoy y no puedo parar de leer
Muchas gracias Douglas !!
Recien descubro que el Imperio del Sol No ganó la IIWW (no tengo eso muy claro) y me vienes con que el Gran V.-N, junto con otros dos grandes, no soy digno de nombrarlos, eran malos. Por favor. Con las aportaciones que han hecho a la ciencia médica. No dejo de sospechar que usted está contagiado de esos genes malsanos que nombra.
Zeus, Polis, Fueros y algo más que no recuerdo.
jajaja. Gracias Eulalio por tu comentario. Sí, es posible que haya heredado algún gen defectuoso de esos.
y, por cierto, veo que tu blog también está un poco infectado 🙂
Muy bueno el artículo e igual de bueno el tono del mismo. Me ha gustado mucho.
Me alegro de que te haya gustado, Miquel. Muchas gracias por el comentario.
Necesario seguir compartiendo todo tipo de secretos sobre la humillación de los que lucharon por la libertad
Gracias por el comentario Lidia. Estoy de acuerdo. I eso pretendo en la medida de mis posibilidades. Un saludo.
Enhorabuena, es importante que se conozca bien el pasado par no volver a caer en tamaños errores, siempre atacaron los más indefensos, mujeres enfermos,,,,, y siempre en nombre de Dios claro, y por el bien de no se sabe quién, o si, si lo sabemos, mil gracias
De nada. En casos como estos la historia se repite una y otra vez, hay más historias del estilo en este blog, lamentablemente. Y no se si al final sirve de algo recordarlas, pero por intentarlo que no quede.
Gracias por tu comentario.
No haber reprimido a la gente y no haber asesinado a Calvo Sotelo y no habría pasado nada de esto. Ves qué fácil?