Bueno amiguitos y amiguitas, se acabó lo que se daba, llega el fin del mundo. Uno de tantos. Algunos, basándose en datos científicos lo niegan. A la ciencia no le gusta una buena ficción. Pero esta vez sí que sí, que lo dicen los mayas. Vale, la gente que sabe de cosas de mayas repite una y otra vez que el tan citado calendario nunca ha fijado nada parecido al final de los tiempos ¿Qué más da? Yo, como no se nada del tema me fío de los titulares más gordos, que es lo que hace todo el mundo. Y si dicen que se acaba el mundo será por algo. Por cierto ¿dónde está Carlos Jesús ahora que lo necesitamos?
No se qué nos tiene preparada la supuesta profecía maya así que puestos a imaginar yo me quedo con un precedente nuestro. Porque de todos los finales del mundo que he escuchado o leído mi favorito es el que tuvo lugar en la población malagueña de Tolox en 1885. Un fin del mundo con juicio final y preceptivo atestado de la Guardia Civil, como dios manda. No me negarán que con la Benemérita por medio el fin de los tiempos tiene mucho más empaque. La historia de Tolox se la oí contar al periodista Jesús Callejo, un sabio experto en estos temas y aunque yo no lo voy a saber hacer con tanta gracia, voy a intentarlo.
Pongámonos en situación. Tólox era, en 1885, un pueblo perdido en la sierra malagueña, sin mucho contacto con el exterior. El ambiente era propicio porque eran los años de la Guerra de Cuba y el final del imperio. Y sin imperio ¿qué nos queda? Además, varios terremotos habían sacudido la comarca un tiempo antes.
Así que en 1885 llega al pueblo el padre José con Jesucristo a cuestas. Literalmente, porque llevaba consigo un cristo de tamaño natural. Como lo leen. El falso sacerdote –que ya había penado con alma y cuerpo en las cárceles de Granada y Ceuta por estafa– llega a Tolox predicando el fin de los tiempos y que por ello la gente se debe desprender de sus bienes terrenales; pero no debían preocuparse porque en breve caería un maná místico del cielo. En fin lo que viene siendo la receta habitual de todos los profetas, tanto del fin del mundo como del Bundesbank. En el pueblo capta a cuatro mujeres: Isabel Gallardo, Micaela Merchán, Josefa Márquez y Ana Mesa, que serán llamadas ‘Las cuatro columnas’. Hay un libro sobre los sucesos de Tolox titulado de esa manera. Ellas son las más devotas, en sus casas se reza por la salvación de las almas y se lee un misterioso libro titulado “El amante de Jesucristo”. El libro nunca se ha recuperado, así que solo podemos especular sobre su contenido y el efecto que tuviera.
El padre José se hacía acompañar a veces por un señor de fuera del pueblo llamado Mateo Romero, apodado ‘el santo’. Parece que, según el juicio posterior, dicho señor tenía habilidades hipnóticas, algo desconocido en aquel lugar por entonces. Pero por si fuera poco, el padre José recibía más apoyo externo. Una tal Teresita Villatoros, apodada “la santa” (lo apodos no son muy imaginativos, no), que tenía fama de adivina en Málaga y enviaba cartas que se leían en las reuniones y acentuaban la fe del grupo de adeptos.
Una supuesta aparición mariana sobre la que no me extenderé ayudó a caldear más el ambiente. Tanto que, por la presión del resto del pueblo, los elegidos lo abandonaron y se marcharon a Río Verde (a unos 10 km) a la finca que tenía Micaela Merchán, una de las ‘columnas’. Micaela era sin duda la más fanatizada de todas, más josista que el propio padre José. En Río Verde la alumna superó al maestro y se convirtió en la líder de un grupo que seguía sus encendidos discursos sobre el fin del mundo y cómo debían prepararse para su llegada. Se creía la encarnación de la Virgen María.
La noche de los iluminados
Desconozco si Micaela sabía algo sobre mayas pero en un arrebato decidió que el mundo se acababa el 20 de marzo de 1886, en lo que se llamó ‘La noche de los iluminados’. Lo que allí pasó lo sabemos por el subsiguiente informe y posterior juicio. Esa noche, en Río Verde se reúnen unas 40 personas en torno a un fuego. Van ya bastante cocidos de alcohol y, según se dice en el juicio, con un brebaje de belladona y beleño que Micaela lanza al fuego. Les da subidón y ella les convence para que lancen a la hoguera todas sus pertenencias, incluida ropa y comida. Y todos, hombres y mujeres de todas las edades, se ponen a bailar en pelotas alrededor de la hoguera en pleno éxtasis new age. ¿O habría que decir old age? Por este hecho en la comarca se les bautizó como ‘los encuerichis’.
Se flagelan con sogas de esparto, se arrancan los pelos. Se hacen heridas para reflejar las llagas de Jesús. Micaela, encantada por su poder de convocatoria, celebra un matrimonio entre dos jóvenes pero los casados no pudieron ‘culminar’ porque entonces les pillaba el fin del mundo en pecado, así que ni casados ni solteros que se dice.
Los ánimos se exaltan y deciden sacrificar 7 cerdos, completamente endemoniados según el diagnóstico de la gurú. Luego propone tirar al fuego una vaca que pasaba por allí, supongo que con la expresión perpleja con que siempre nos miran las vacas, pero esta vez con más razón. Pero alguien ¿el dueño? dice que la vaca está bendecida y deciden olvidar el asunto.
Micaela no tiene fin y les propone un suicidio colectivo, que se maten entre ellos para subir al cielo más rápido y “tomar los mejores asientos” junto a dios. Algo así como un pase de palco y backstage para tomarse algo con JC y toda la banda después del espectáculo.
No murió nadie. El carácter mediterráneo a veces nos salva: una cosa es una buena juerga frente al fuego y otra matarse. Parece que alguien sugirió tirar un niño pequeño al fuego, como para purificar y esas cosas que se dicen. No hubo quorum, que venía el fin del mundo y estaban en trance pero a ver quién se lo explicaba al día siguiente a la Guardia Civil.
A todo esto el padre José se pasó la noche alucinando también, pero desde la distancia, observando tras unas zarzas cómo sus predicaciones de estafador habían prendido en aquellas mentes. Y luego, pies para que os quiero.
Tuvo que ser un alivio para todos ver como llegaba el nuevo día y no la eternidad, porque imaginando el resacón que llevaban, como para sufrirlo hasta el fin de los tiempos. La estampa a la llegada de las fuerzas del orden tuvo que dar conversación en el bar del pueblo hasta bien entrado el siglo XX. La Guardia Civil se encontró con gente hambrienta, desnuda, algunos con heridas y con mechones de pelo arrancados, caminando como zombies con la mirada perdida. Un bajón ibicenco total pero con menos gomina.
Hubo juicio y sentencias. La sentencia fue benévola pero injusta. No se habló de herejía ni nada de eso. A algunos encuerichis les impusieron multas, a otros 4 meses y un día de arresto mayor porque “ofendieron el pudor y las buenas costumbres despojándose de todas sus vestiduras y permaneciendo mezclados unos y otros, varones y hembras, niños, hombres y ancianos sin el menor recato”.
En cambio, a los responsables nada de nada ¿les suena? El padre José desapareció para siempre, igual que Micaela, pero a Teresa Villatoro, localizada en Málaga, ni se la molestó. Tanto los toloxenos como la Justicia y la Iglesia sólo querían olvidar un asunto con el que hubieran hecho maravillas Berlanga y Azcona en sus buenos tiempos.
Y así fue el fin del mundo en Tolox: una rave que se les fue de las manos. Tal como está el patio, un fin del mundo así yo lo compro.
Vaya historia. Vete a saber lo que pasó ahí y por qué pasó, pero es una historia fantástica; no sé si literalmente pero ¿qué más da?. Por cierto, el alcalde de Tolox está estos días con graves problemas judiciales por construcciones ilegales. Nuevos tiempos…
Gracias. Nuevos tiempos, sí. Ahora habrían tirado a la hoguera algún dsahucio y alguna que otra recalificación ilegal.
la ventaja de esta historia es que está documentada por el atestado de la Guardia Civil y las actas de un juicio. No he visto los originales pero si segundas versiones de confianza. Así que es una historia auténtica, así éramos. O somos.
Somos, somos. Excelente, me ha encantado…
Gracias Angélica. Da mucha pena pero también mucha risa ver cómo somos ¿verdad?
Hola Miguel. Gracias por el artículo. Me he quedado sin palabras. Mis abuelos eran de Tolox y esta mañana, hablando con mi madre sobre el fin del mundo y los Mayas, me ha revelado que, en dicho pueblo, pasó algo así como lo que tu has comentado. Siempre igual, los mas freaks, los de mi Málaga.
Gracias por tu comentario Francisco. Mi madre es malagueña y tengo familia allí, mi cariño por aquella tierra es inquebrantable. Si lees el resto de comentarios verás, de todas maneras, que da igual donde fuera porque creo que la historia habla de como somos todos. O cuanto menos, las gentes que vivimos en estas tierras mediterráneas, creo los malagueños no se pueden arrogar el título de más freaks, es una distinción muy reñida.
Buenos días. Miguel gracias por el artículo mis bisabuelos maternos eran de Tolox y mi abuela nació allí.