Ya ha salido en DVD y Blu-ray, tal vez la estén reponiendo ahora en el Canal+ y me han dicho que también corre por Internet. Mañana lunes 30 de enero empieza en La Sexta. Una serie tan realista que además de en la escuela de cine debería estudiarse en las facultades de Economía y Ciencias Políticas. Una serie para exportar y explicar quiénes somos y lo que hemos hecho. Si quieren saber qué y cómo se ha destrozado el litoral con montañas de cemento, cómo se han vendido los políticos al mejor postor, cómo se ha hinchado la burbuja inmobiliaria y cómo algunos han hecho tanto dinero en España en estos últimos años, no se pierdan Crematorio.
Si quieren vibrar con un gran actor, José Sancho, en un momento especialmente dulce de su carrera con un papel que le va como anillo al dedo, no se la pierdan. Si quieren disfrutar de otros secundarios impecables: Vicente Romero (una debilidad mía), Pep Tosar (otra), Manuel Morón, Alicia Borrachero, Juana Acosta, Montserrat Carulla… en fin, de todos, no se la pierdan.
Es además una serie que se ha cuidado: el color, la luz, la puesta en escena. Aunque un amigo me dice que se parece demasiado a la de True Blood (no le falta razón) ya la cabecera promete. Al menos, y lamento decir esto, no parece de una serie española. Aquí da la sensación que no se ocupan de esas cosas: ¿gastar recursos, imaginación y dinero para la cabecera de la serie, por qué?
Cierto que es que deja muchas cosas a medias y que el camino por recorrer hasta The Wire (gracias David y compañía), The Sopranos, The West Wing o Deadwood es largo todavía. En su debe, a la serie le falta un mejor retrato de los personajes, que parecen arquetipos en una foto fija en un momento concreto. Quizás eso es lo que se pretendía, es una serie corta que retrata un momento, no hay tiempo para desarrollar los personajes, hacerlos más completos y redondos; quizás ha faltado la pericia para hacerlo, no sé. La verdad es que a muchos de ellos, por ejemplo Sarcós, no tenemos el gusto de conocerlos.
También echo en falta una explicación más profunda de la trama política y económica, sobre la que pasa de puntillas. En ambos casos se quedan en el nivel de un concejal y el director de una sucursal, ¿falta de ambición o necesidad de patrocinio?
Pero lo dicho, es el primer paso y esto puede ser el germen de una nueva ficción para televisión en España. Al fin y al cabo el Barça actual no se hizo en un año.
Aquí lo que quiero es destacar sus virtudes, que son unas cuantas.
El principio es espectacular, dos hombres de negocios sentados en un restaurante vacío con vistas al Mediterráneo. Rubén Bertomeu (José Sancho), El Arquitecto, está hablando con Traian (magnífico Vlad Ivanov), el mafioso ruso, dueño de puticlubs y un club de fútbol; un empresario con una clara vocación de servicio social, vamos. Hay, tanto en este principio como en el final de la serie, claros ecos de El Padrino, o al menos eso me lo parece.
“Los ricos nunca pueden ser demasiados Traian. Si muchos tienen mucho dinero el dinero pierde valor, ya no es útil, es así de sencillo”.
Y luego añade
“Hace tiempo que se se acabó la gran comilona, eso de comérselo todo muy deprisa antes de que te lo quiten del plato (…) habrá que hacer las cosas de otra manera”.
Genial. Durante el resto de la serie y a medida que la Justicia se acerca a Bertomeu él intenta alejarse de Traian, “hay que hacer las cosas de otra manera”. Me recuerda a El Padrino III, cuando el personaje de Andy García se ofrece a Michael Corleone como matón y él le contesta “No necesito matones, necesito abogados”.
Traian, junto al amigo con el que empezó a deslizarse fuera de la ley, Collado (Pep Tosar), y su actual perro guardián, Sarcós (Vicente Romero) son los que se manchan las manos para que Bertomeu haga sus negocios y mueva sus hilos políticos. A cambio ellos también ganan, claro, son tan ambiciosos como él.
Un ejemplo, entre muchos, es cuando Bertomeu y Traian compran un hotelito ya anticuado a un alemán. Bertomeu se ocupa de la recalificación, de tirar lo que hay y construir uno nuevo, de lujo, con múltiples piscinas y demás. Al alemán lo dejan como director del nuevo hotel ¿Dónde está el truco? No lo hay, responde Bertomeu. Luego le dice al ruso:
«Deberías sonreír, ya tienes una lavadora de dinero de 14 plantas»
Todo esto mezclado con historia familiar, la parte quizás menos interesante. Una madre que desprecia en lo que se ha convertido su hijo, una mujer mucho más joven que él, perdida en un mundo que no es el suyo… Tampoco se pierdan a un secundario, un abuelo que se le cruza a Bertomeu porque no le quiere vender su parcela: tiene momentos sensacionales. En fin, hay alicientes para dedicarle unas horas de nuestro tiempo.
No dejamos nada
No quiero reventarlo, pero el final no acaba de convencerme del todo. No he leído la novela de Rafael Chirbes y no se si el final es el mismo que en la serie, pero eso da lo mismo. Tampoco se qué pasaba por la cabeza de los guionistas, tal vez querían simbolizar en el personaje de Bertomeu el crecimiento y la ambición a cualquier precio, incluso al de la destrucción de vidas y paisajes. El título del último capítulo creo apoya esta idea: “No dejamos nada”. Toda una metáfora del sistema neoliberal actual basado en el crecimiento infinito, con la particularidad española de la burbuja inmobiliaria: en 2006, en España (44 millones) se construían más viviendas que en Francia (66 millones de habitantes) y Alemania (82 millones) juntas.
Al cerrar tanto la historia (aunque no del todo) me dejan con la sensación de que debería haber más cabos sueltos, porque la realidad no se cierra. No se, comparado con The Wire… es que yo ahora todas las comparo con The Wire, qué le voy hacer, soy así de obtuso.
Eso sí, las últimas imágenes me vuelven a recordar al final de El Padrino, solo faltó ver desde fuera la puerta del despacho cerrándose, ya lo verán.
Mirando hacia la HBO, Canal+ ha hecho una serie que no se parece a ninguna otra que se esté haciendo en España. Con Crematorio han alcanzado las series españolas la edad adulta. Digamos que se han clasificado para la Champions League y ahora sabemos que si seguimos así en un tiempo tal vez podremos jugarles de tú a tú a Los Soprano o The Wire. Quién sabe, más difícil parecía ganar un Mundial.
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Uno de mis momentos favoritos de la serie es cuando detienen al concejal de urbanismo, Llorens (formidable Manuel Morón) y como su mujer elude toda responsabilidad.
Una muy buena serie, totalmente recomendable, pero ojo porque os darán ganas de salir a la calle a cortar cabezas.
Totalmente de acuerdo con lo de Manuel Morón, son tantos que siempre se te olvida alguno.
De acuerdo también con lo de cortar cabezas. Es tan realista la imagen de España que no paras de viajar de la ira a la tristeza mientras la ves. Te preguntas todo el rato: con la de gente capaz, creativa, inteligente y honrada que ha habido siempre por estos lares ¿por qué siempre acaban arriba los mismos? Y lo que es peor ¿por qué hay tanta gente siempre dispuesta a jalearles y reírles las gracias?
Viendo los trailers que has colgado,muy buena pinta si señor.