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Javier Krahe a juicio, por blasfemo

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Un buen amigo que sabe de mi devoción por el mejor letrista (tal como él mismo se define) que ha dado este país me manda la noticia: Javier Krahe será juzgado, el 28 de marzo (el día antes de la huelga general, para entendernos) por un cortometraje titulado Cómo cocinar un Cristo. Junto a Krahe será juzgada la productora de la película, Montserrat Fernández.

La querella la presenta el Centro Jurídico Tomás Moro (CJTM) que, entre otras actividades, se distingue es su defensa de la familia cristiana, la persecución del aborto y cualquier posible ofensa a sus sentimientos religiosos. A los señores del CJTM no les gustó nada que Canal + emitiera en diciembre de 2004 dicho cortometraje. La justicia casi siempre es lenta y en ocasiones como ésta, más lenta todavía. No puedo imaginar las noches de angustia en el CJTM a la espera de que la señora de los ojos vendados entre en escena.

Pero si desde la querella han pasado ya 8 años (en 2004 Mourinho gana su primera Champions con el Oporto y era querido por el barcelonismo, imagínense) qué decir del cortometraje en sí, que data de 1978: Guardiola tenía 5 años y soñaba con ser titular en el Gimnàstic de Manresa. Se va a juzgar ahora una peli de 1978, con un par, eso es memoria histórica. Era aquella una España de la que seguimos siendo deudores (otro día hablamos de la Cultura de la Transición, de mi admirado Guillem Martínez) pero que ya no tiene mucho que ver con la actual. Juzgar aquellos hechos ahora (la ofensa a la fe no prescribe, dirán en el CJTM; las sacristías contraatacan, dirán otros) no deja de ser, al menos para un profano, un reto. Estoy barruntando llevar a los tribunales a los productores de El liguero mágico (1980) que, aunque en su momento reconozco que despertó una parte dormida de mi ser, vista hoy seguro que tiene una querella, o querella y media si me apuran.

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Hoy es 20 de febrero, otra vez. Otro 20 de febrero, hace 19 años, fue sin duda uno de los mejores días de mi vida. Un día en que tomé la mejor decisión que pueda recordar, y la tomé como se toman las mejores decisiones en la vida: sin conciencia de que lo era, sin depender de mí y sin saber adónde me llevaría. En estos años ha habido momentos malos, y vendrán otros, pero cada día tengo un poco más claro que aquello fue mucho más que un golpe de suerte.

No voy a comparar lo de hoy con aquello, pero me gusta que sea otro 20 de febrero cuando empiece esta aventura que no se adónde me llevará. Tal vez acabe pronto en un callejón sin salida, tal vez dure mucho y me lleve por soleadas avenidas. No lo se y tampoco quisiera saberlo. Ya se verá, paso a paso. Se hace camino al andar, como dijo el poeta.

Todos los augurios son buenos. El parto, la tarde anterior, plácido y rodeado de amigos.

Es solo el primer paso, pero de momento la cosa va bien. No pido más.