Me comentan la noticia escuchada en la radio, voy a internet y me encuentro la historia inspiradora de James Robertson, un hombre de 56 años de Detroit que acude cada día puntual al trabajo, de lunes a viernes, en una fábrica de productos plásticos. En años no ha faltado ni un solo día, llueva o nieve. Hasta ahí no parece una historia para llegar desde Detroit hasta aquí.
Lo extraordinario, o tampoco tanto, es que empieza el turno a las 14 horas y se levanta a las 8 de la mañana para no llegar tarde. Pierde 6 horas diarias en llegar a la fábrica porque ésta se encuentra a 37 kilómetros de su casa y recorre la mayor parte del trayecto, 33 kilómetros, a pie.
Y luego, volver a casa, donde llega sobre las 4 de la mañana. En total le quedan unas cuatro horas de vida para sueño y ocio. O sea, que su ocio es dormir.
No lo hace por gusto ni por deporte, lo hace porque no hay transporte público y su trabajo no le da lo suficiente para comprarse un coche. En Detroit. El sueño americano.