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Catástrofe en la isla de Pascua

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Cuando llegó el primero europeo a la isla de Pascua (Rapa Nui), el holandés Jakob Roggeveen en 1722, lo primero que tuvo que impresionarle, forzosamente, fueron los majestuosos moais (en idioma rapanui escultura) que le recibían dándole la espalda. Una vez en tierra descubrió una isla pobre y poco poblada y tuvo que preguntarse cómo es posible que tan poca gente y con tan pocos recursos pudieran levantar semejantes monumentos. Un misterio que se sigue discutiendo hoy día.

No se alarmen, esta entrada no va sobre el significado espiritual de los moais, quién los erigió (extraterrestres, dicen quienes subestiman a la raza humana) o cómo consiguieron hacerlo. Bueno, un poco sí. He llegado al tema leyendo el libro Colapso, en el que Jared M. Diamond estudia en el pasado y el presente el porqué algunas sociedades desaparecieron y otras perduraron. Una de mis lecturas optimistas para después de los telediarios.

Parece ser, al menos es la teoría más extendida esta mañana a primera hora, que entre los siglos XVI y XVIII hubo una hecatombe en dicha isla; una comunidad, no olvidemos, aislada completamente del mundo exterior, los únicos habitantes de su planeta. Una catástrofe medioambiental llevó a una cruenta guerra civil que casi exterminó a una población sumida en la desesperación que da el hambre. Y parece que los moais tuvieron algo que ver en ello. 

Destrucción del ecosistema

Roggenven llegó a una tierra baldía y tal vez no imaginó lo que estudios posteriores nos dicen de Pascua. Donde el navegante holandés veía un erial antes había una vegetación tropical exuberante, con diversas clases de árboles entre los que destacaba un tipo de palmera, ya desparecida, similar a la palmera de vino chilena. La palmera chilena puede medir 20 metros de largo con un diámetro de un metro; la extinta en Pascua se supone mayor, la más grande del mundo mientras existió.  Tanto de esa palmera como de otros árboles los pascuenses obtenían los troncos para el transporte de las estatuas así como las sogas necesarias para la erección de las mismas y madera para las canoas de pesca.

Con un ecosistema ya frágil por causas naturales, la cantidad de moais erigidos en las costas, abandonados en medio de los caminos o en construcción en la cantera de Ranu Raraku nos sugiere un enorme esfuerzo que debió consumir una gran cantidad de recursos. Por un lado se necesitaba alimento para sustentar a un considerable número de personas que participaban en el tallado, transporte y erección de las estatuas, actividades que además precisaban una dieta extra. Eso tuvo que dar lugar a una sobreexplotación agrícola y a la desaparición de todas las especies de aves terrestres autóctonas, por ejemplo.

Así que, aunque no puede afirmarse que fuera el único motivo, parece lógico pensar que la enloquecida construcción de moais llevó a los pascuenses a cargarse sus bosques tropicales, su fauna y sus tierras de labor. Y el hambre llevó a la guerra que casi acabó con la presencia humana allí.

¿La historia enseña algo?

Y en este punto vuelvo a levantar la vista del libro a un nuevo telediario. Y como es tarde y estoy cansado todo se confunde y veo moais en el noticiero mientras el libro de Diamond me habla de un rescate. Veo a los pascuenses levantar moais por encima de sus posibilidades. Casi escucho a algunos indígenas preguntarse que para qué tantos, y a los sacerdotes decir que la ira de los dioses ha caído sobre ellos, que hay que levantar más moais para conseguir la confianza de esos dioses terribles: es el único camino y no hay otra alternativa. Las últimas estatuas, vuelvo a Diamond,  son las más altas. Más madera a unos dioses enfadados e incomprensibles. Aunque todos pueden ver como se acaban los árboles y la situación sólo empeora, siguen talándolos porque les hacen creer que es por su bien y que la alternativa es terrible.

Pero claro, cae la última palmera y ya no hay carne, ni pescado ni verduras para todos.  La mecha se enciende y empiezan a matarse. La mayoría, los ‘orejas cortas’, se levantan contra la clase dominante, los ‘orejas largas’. Hasta aquí hemos llegado y que los moais los construya tu señora madre: destruyen los altares y abandonan las canteras, con montones de moais a medio hacer. La erección de moais se sustituye por su derrumbe, lo que tanto sacrificio costó construir a sus antepasados ahora se destruye con saña. No cuesta imaginar los años de ira contenida hacia los líderes constructores de moais y la rabia desatada. Cuando se cansan de matarse ya quedan muy pocos y entonces deciden dar la espalda a los moais para siempre.

Cierro el libro y me digo que la crisis de Rapa Nui fue una barbaridad propia de un pueblo atrasado, supersticioso y ensimismado. Nada que ver con lo que estoy viendo por la tele. Luego llegan los anuncios y no paro de ver moais por todas partes.

6 comentarios sobre “Catástrofe en la isla de Pascua”

  1. Buena historia Miguel. Ya sabes que no soy dado a sensiblerías pseudoecologistas, pero se da el caso que hoy he recuperado en mis archivos una foto que perdí de la Tierra desde la Luna; puede que mi foto preferida. Después de leer tu texto, me temo que somos todos un pelo moais. A ver que se encuentra ET cuando regrese. A destacar tambien que no había leido en mi vida la palabra “erección“ dos veces seguidas en un texto no sexual. Gracias por eso. Ole tú.

  2. Gracias Pep. Cuantos más textos históricos leo más me acuerdo del ‘eterno retorno’ de Nietzsche. Caemos tantas veces ante la misma piedra que hasta acabamois cogiéndole cariño a la jodía. En fin, hoy no estoy optimista.
    Me gusta usar ‘erección’ y ‘excitación’ en contextos no sexuales, voy de autor maldito, ya ves. Un ‘enfant terrible’ de las letras. :))

  3. Si lo llego a saber, me leo esto antes. Da un poco de miedo comprobar como algo que parece tan lejano en el espacio y el tiempo, se está repitiendo no tan lejos. De todos modos yo soy de los que les gusta creer que en España ya habíamos aprendido después de Rocroi (estoy mal influenciado por Reverte, acabo de leerme el último Alatriste) y ya sólo podíamos ir para adelante. Parece que soy un optimista…

    1. Pues sí lo pareces, optimista. Yo hoy no. Los mismos argumentos se repiten una y otra vez, tanto las mentiras como las verdades (sean las que sean) y seguimos dando vueltas en círculo. En fin, siempre nos quedan momentos de felicidad también ¿no? Tal vez disfrutaran mucho construyendo los moais y creyendo que así contentaban a sus dios; dormían en paz. No se.

  4. Pues sí que vas de autor maldito, neng….mira que no nombrar la peli Rapa Nui, para mi buenilla y que explica bien todo lo que cuentas… te habrá costado lo tuyo, no?
    Te diría unas cuantas cosas (es una frase hecha, estoy bastante de acuerdo contigo), pero tengo un montón de faena: te la explico, consiste en gestionar papeles para unos tíos con orejas largas, digo…con los coches y los pisos muy largos, que me han convencido de que este orden social es el mejor y de que trabajando hago algo por el bien común, y que así, todo funciona y contentaré a los Dioses…digo…llegaré a la pensión de jubilación.

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